Hong Kong prohíbe la entrada a los no residentes por el aumento de los casos importados de coronavirus
Hace un mes, mientras China Continental seguía atrapada en su lucha para contener el coronavirus, muchos miraban el raro caso de Hong Kong. A principios de marzo, la ex colonia británica, en primera línea de contagio, apenas había reportado 150 casos. Las medidas para confinar en semicuarentena a parte de sus 7,5 millones de habitantes habían frenado la pandemia. Un modelo muy parecido al aplicado en España, salvo por la obligatoriedad de usar mascarillas en la calle y de los controles de temperatura en cada esquina.
Todo parecía controlado en Hong Kong. Tanto que los funcionarios volvieron a las oficinas. Los metros se volvieron a llenar. Y la gente perdió el miedo, retomando cierta vida normal en los abres y restaurantes. Pero, a veces, la confianza puede hacer bajar la guardia demasiado pronto. En Hong Kong también ha llegado el efecto boomerang. Es decir, el retorno de extranjeros y nacionales que escapaban del golpe vírico de otros países. El problema es que muchos de ellos también traían en el equipaje el coronavirus. Lo que provocó que, a partir de la segunda quincena de marzo, los nuevos casos de contagios diarios, todos importados, se contaran por docenas hasta superar los 300.
Desde el Ejecutivo de la presidenta Carrie Lam primero reaccionaron obligando a pasar una cuarentena de 14 días a todo aquel que entraba en Hong Kong. Además, los retornados debían usar una pulsera electrónica y descargar una aplicación en el móvil que monitoriza todos sus movimientos.
Ayer, Lam fue más allá: nadie que no sea residente en Hong Kong puede entrar en el territorio. Una medida que se extenderá 14 días. Aislamiento total. Además, todo vuelve a empezar. Los funcionarios retornan al teletrabajo, las calles se vacían, los restaurantes cierran de nuevo… Una lección que también miran con lupa desde Pekín, otra gran urbe golpeada por los nuevos casos de contagio importados. Aún es pronto para bajar la guardia.