La otra epidemia que salió de Wuhan

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A principios de febrero, los agentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos comenzaron a notar que el precio de la metanfetamina y del fentanilo -opioide sintético- se estaba disparando en las calles de Los Ángeles. A más de 10.900 kilómetros de distancia, en el centro de China, la ciudad de Wuhan ya llevaba dos semanas con el mayor cerrojo sanitario visto hasta entonces. El coronavirus había confinado a sus 11 millones de habitantes y cerrado todos los comercios y fábricas. También estaba paralizada la actividad en los laboratorios donde sale gran parte de los precursores químicos para hacer la metanfetamina y, sobre todo, el fentanilo que acaba en las calles de Los Ángeles.

El principal punto de origen de la epidemia de fentanilo -50 veces más potente que la heroína y 100 más que la morfina- que está matando por sobredosis a alrededor de 30.000 estadounidenses cada año, se encuentra en empresas legales chinas que preparan los ingredientes principales. Y en Wuhan están muchos de los proveedores mundiales de los productos químicos utilizados para fabricar estas drogas. Aunque la ruta no es directa a Estados Unidos. Los principales compradores de los químicos para cocinar este narcótico son los cárteles mexicanos, que en los últimos años han abrazado el fentanilo como uno de sus productos estrella porque es más barato y fácil de producir que otras sustancias orgánicas como la cocaína o la heroína.

Según el Departamento de Justicia de EEUU, elaborar un kilo de este opioide cuesta unos 32.000 dólares. Con esta cantidad pueden producir un millón de dosis que en la calle se vende a 20 dólares cada una. El primero que vio el fructífero negocio fue el ex líder del cártel de Sinaloa, el Chapo Guzmán. Después su hijo, Ovidio Guzmán, siguió la estela de su padre convirtiéndose en uno de los principales distribuidores de fentanilo en Estados Unidos. Según los informes de la DEA, antes de 2017 el opioide se enviaba directamente desde China a Estados Unidos. Pero ambos gobiernos cerraron el grifo y de esto se aprovecharon los señores de la droga mexicanos, importando del país asiático los precursores químicos y elaborando el fentanilo en sus propios laboratorios.

En los últimos años, lo que sale de Wuhan acaba en laboratorios clandestinos de las ciudades mexicanas de Jalisto y Sinaloa. Cuando el producto final -fentanilo en pastillas, píldoras o en polvo- ya esta listo, los narcos mexicanos lo cuelan por los puntos de una frontera de más de 3.000 kilómetros con Estados Unidos en pequeños cargamentos dentro de latas de comida o en bolsas de juguetes.

Pero algo está cambiando en el negocio desde que comenzó la pandemia. La cadena de suministro de tanto el fentanilo -clínicamente usado como analgésico y anestésico en forma de parches para personas con cáncer- como la metanfetamina se interrumpió por los bloqueos. Durante meses, los precursores químicos que los narcos importaban desde China no han estado disponibles. Lo que ha reducido la cantidad de producto que manejan los cárteles mexicanos y encarecido los precios en los patios traseros de Estados Unidos. Aunque según Terry Cole, ex agente de la DEA, los cárteles “están empezando a fabricar los ingredientes de estas drogas, eliminando su dependencia en los proveedores chinos”. Para ello contarían con profesores de Química de las universidades de todo México, a los que contratan para que supervisen la producción diaria.

En abril, Louise Shelley, directora del Centro de Terrorismo, Delincuencia Transnacional y Corrupción de la Universidad George Mason (Virginia, EEUU), que lleva años monitorizando los sitios web chinos que venden los ingredientes para fabricar fentanilo, explicó que grandes cantidades de estos componentes se pueden rastrear a una sola empresa subsidiada por el estado en la ciudad Wuhan, que cerró después del brote de coronavirus a principios de año.

En septiembre de 2019, el escritor y periodista Ben Westhoff, publicó un libro, ‘Fentanilo, Inc’, en el que detalla cómo los químicos que salen de China -concretamente de Wuhan- están creando la ola más mortal de la epidemia de opioides. Su investigación comenzó en el epicentro de la pandemia de coronavirus, en una empresa de precursores químicos llamada Yuancheng.

“Haciéndome pasar por un cliente potencial, vi puestos de ventas atendidos por cientos de graduados universitarios alegres, que envían mensajes cargados de emoticonos desde sus cubículos a clientes ubicados principalmente en México. Me dijeron que estarían felices de venderme precursores de fentanilo que no estaban programados o que eran ilegales en China, y me mostraron envases falsos utilizados para enviar los precursores al extranjero, incluidos envoltorios de comida para perros y bocadillos de plátano, para evitar las inspecciones de aduanas con mayor facilidad”, explica Westhoff.

Yuncheng se fundó en 2001, tiene sucursales en varias ciudades de China y dos fábricas, una en Shenzhen y otra en Wuhan. En la segunda, su sede se encuentra en el distrito de Wuchang, en un edificio de ocho pisos en el que comparte espacio con un hotel. La empresa ofrece más de 10.000 compuestos diferentes, desde aditivos alimentarios, productos farmacéuticos, colágeno, pesticidas, productos veterinarios, esteroides anabólicos y precursores químicos utilizados para sintetizar drogas. Aunque la compañía afirma que dejó de vender NPP y 4-ANPP, los precursores más comunes para fabricar el fentanilo, porque “son ilegales en China”. En 2018, en el gigante asiático entró en vigor una ley que prohibía la venta de estos dos productos, aunque aún se pueden encontrar en muchos puntos de venta online.

En una entrevista reciente con Los Angeles Times, Logan Pauley, analista del Centro de Estudios de Defensa Avanzada, una organización de investigación con sede en Washington, explicaba que los “precios anunciados en China para los precursores de fentanilo, metanfetamina y agentes de corte han aumentado entre un 25% y un 400% desde finales de febrero”.

La semana pasada, Estados Unidos anunció sanciones contra cuatro personas y una empresa con sede en China por su presunta participación en “operaciones internacionales de tráfico de drogas”, concretamente de fentanilo. Entre los nombres aparece el de Fujing Zheng, quien fue declarado en agosto de 2019 como un “traficante internacional de drogas” por el Departamento del Tesoro estadounidense. Fujing es el jefe de Qinsheng Pharmaceutical Co, una empresa aparentemente legal radicada en Shanghai, que ha sido acusada de exportar fentanilo de manera irregular por todo el mundo.