Descubiertos más de 100 sarcófagos intactos, un tesoro para conocer “la buena muerte” de los egipcios

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Cuando una puerta se abre, aparecen otras que guardan con celo sus secretos. Dos mil quinientos años después de que fueran depositados bajo las arenas del cementerio real de Saqqara, más de un centenar de ataúdes han vuelto este sábado a ver la luz pública. Las maderas que condujeron a sus inquilinos hacia al Más Allá, en busca de “la segunda vida”, han regresado ahora para contar nuevos pasajes de la “buena muerte” de los antiguos egipcios.
“Son más de un centenar de sarcófagos sellados. No sa

bemos aún lo que hay dentro ni los títulos exactos de quienes los habitan. En realidad, también ignoramos si se trata de hombres o mujeres; si es una familia o varias generaciones”, reconoce a EL MUNDO Mohamed el Saidi, uno de los miembros de la misión egipcia que ha presentado este sábado su último y mediático hallazgo a
unos de metros de la pirámide escalonada de Zoser,
la más vetusta de las construcciones en piedra del planeta y la joya indiscutible de la necrópolis de Saqqara.
Bajo una carpa instalada para la ocasión y con el ya preceptivo boato de autoridades locales, diplomáticos y periodistas, la tierra de los faraones ha anunciado un descubrimiento que
se suma al avanzado a principios del pasado octubre,
cuando se informó del hallazgo de 59 sepulturas intactas manufacturadas en madera. El nuevo centenar de ataúdes ha sido recuperado del mismo área de entonces, el ‘Bubasteum’, un complejo religioso de época ptolemáica (332 – 30 a.C.) consagrado a Bastet, la diosa protectora con rostro felino.
“Encontramos casi nueve metros de escombros y, tras trabajar duro para retirarlos, localizamos tres pozos de casi 12 metros de profundidad”, explica Mustafa el Waziri, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades que supervisa una excavación lanzada hace tres años. El nuevo tesoro arqueológico ha asomado en las oquedades que pasaron desapercibidas para las alrededor de
40 misiones extranjeras
que durante décadas han horadado Saqqara y su laberinto de pasadizos subterráneos, tumbas y templos.
“Pertenecen a
gente de la élite
porque las condiciones de los sarcófagos son mejores que las de los que anunciamos en octubre. Sus propietarios son un poco más ricos que los otros y tienen, por tanto, un mayor nivel social”, señala El Waziri. “Si aquellos eran sacerdotes e inspectores,
éstos son altos sacerdotes y jefes de inspectores.
Estos tipos tienen un poco de más rango”, esboza a unos centímetros de una selección de los sarcófagos recién rescatados.
Los ataúdes de madera, bellamente decorados y en buen estado de preservación, son un testimonio congelado en el tiempo de las clases más pudientes del antiguo Egipto y
su obsesión por la “buena muerte”,
a cuya preparación dedicaban años y un generoso porcentaje de sus estipendios. “Nos aporta información sobre la sociedad de la baja época de Egipto y sus ritos funerarios. Es uno de los mayores hallazgos de ese periodo histórico”, admite Jaled el Anani, ministro de Antigüedades y Turismo egipcio.
“En la zona del Bubasteum había un taller dedicado a la momificación de animales, desde gatos hasta cocodrilos, halcones o serpientes, con la misma función que cumplen los actuales cementerios. Hoy, de camino al cementerio, la gente se para en una floristería para comprar un ramo. En el antiguo Egipto, los visitantes se detenían en el taller de momificación para adquirir un animal y ofrecerlo a la diosa Bastet”, relata El Waziri. “A la izquierda del cementerio faraónico, habría otro taller, el de los ataúdes de madera”, agrega.
“Los antiguos egipcios acudirían para mirar los diferentes modelos. Dirían: ‘me gusta éste, ¿cuánto cuesta?’ Lo adquirirían y los usarían para sus parientes”, apunta el funcionario,
esperanzado en hallar las huellas del taller de sarcófagos
en las tareas de excavación que aún prosiguen en el recinto de Saqqara, a la caza de las certezas que quedaron a salvo de ladrones y los achaques del tiempo.
El hallazgo de los féretros, acompañados de medio centenar de estatuas, ha estado amenizado este sábado por
la apertura y escaneado en directo de uno de los ataúdes y de su cuidada momia.
Ante la mirada de mandamases y reporteros, un equipo de expertos ha sometido al difunto a un examen médico sin compromiso de confidencialidad. El parte, con los resultados de la radiología proyectados en una pantalla, ha resultado tranquilizador. “La radiografía nos permite entender toda la historia de esta momia. Está muy bien momificada”, ha advertido uno de los galenos.
“Su edad oscilaría aproximadamente entre los 40 y 45 años. La pelvis es la de un varón. Las medidas del fémur y de todos los huesos nos conducen a estimar que la altura de este individuo sería de entre 160 a 164 centímetros”, ha diseccionado uno de los investigadores, enfundado en una bata blanca. “Falleció por causas naturales y, siguiendo el protocolo, le extrajeron todos los órganos. Luego le colocaron el corazón en la posición original”, agrega El Saidi.
“Los antiguos egipcios consideraban
el corazón la puerta de entrada y salida del alma del finado”,
arguye el funcionario, confiado en que la tarea detectivesca que ahora se inicia -con los exámenes al resto de sarcófagos- ayude a conocer enfermedades y tipologías de momificación y decoración funeraria. “Para este periodo histórico carecemos de manuales. La investigación científica nos proporcionará la posibilidad de construir una referencia”, admite con la serenidad que destilan los papiros que explican el periplo hacia la eternidad. “Un buen entierro tras una venerable vejez… Cruzas en la barca sin ser molestado, navegas en la corriente fluida del agua, llegas a la vida por segunda vez, te elevas al cielo y abres la ‘Duat’ (el Otro Mundo), en la forma que desees”.