El falso mártir
El Tribunal Supremo ha entregado a Joaquim Torra, hombre de modestos delirios literarios, aquello que siempre ansió desde el momento en el que este pisó el Palau de la Generalitat: no quedar en el imaginario nacionalista como un simple agente provocador de Carles Puigdemont, teledirigido desde la guarida de Waterloo para mantener abiertos los grifos de la financiación pública y las heridas sentimentales de la sociedad catalana por el procés; o como un mal poeta de versos xenófobos y peor gestor