El Jarramplas de Piornal rompe el techo de cristal y es encarnado por una mujer por primera vez en su historia
Todos los años por la festividad de San Sebastián, el pueblo ubicado en lo más alto del Valle del Jerte -Piornal (Cáceres)- con 1.500 habitantes, celebra la fiesta de Jarramplas. Es una tradición legendaria que está catalogada de Interés Turístico Nacional y de la que no se tiene constancia oficial de su origen, pero que se mantiene en todo su esplendor y es foco de atracción para turistas, que llegan a triplicar esos días (18, 19 y 20 de enero) el censo local.
Los mayores cuentan que Jarramplas era un ladrón de ganado que un día fue atrapado y, como represalia, los vecinos le lanzaron verdura. Otros dicen que deriva de la mitología griega. En concreto, del castigo que infligió Hércules a Caco. La tercera versión dice que el protagonista fue traído de la tradición india de América.
Hay incluso una última, la versión cristiana, que contempla que Jarramplas era San Sebastián, un guerrero católico al que sus propios compañeros despreciaban por ser espía y estar rodeado de infieles.
Sea como fuere, con la llegada del frío -salvo la pasada edición por la pandemia del Covid-19-, Jarramplas sale a las calles de Piornal hasta que, extenuado por el castigo que le infringen los vecinos, ya no da más de sí. Sólo entonces se da por concluido un recorrido donde recibe, inmisericorde, el lanzamiento contra su cuerpo de miles de nabos (25.000 este año), acribillado a modo de castigo, mientras aguanta debajo de un traje multicolor -de entre 45 y 50 kilos de peso- al son de un tamboril. Al personaje se le castiga con toda la crudeza por encarnar el mal, la guerra, el hurto o, entre otras cuestiones, la enfermedad. El enemigo a batir.
La tradición
Se trata (o se trataba, mejor dicho) de un hombre vestido de demonio, que oculta su cara tras una máscara cónica de gran nariz, que lo asemeja a un animal, con cuernos y crines de caballo. En su interior, está compuesto por una coraza de fibra de vidrio para protegerle de los golpes de los nabos y por fuera lleva cientos de tiras de colores.
No, no es un paseo. El encargo es duro para que el que está dentro de la coraza, estoico, aunque en su interior la persona que se encuentra recibiendo el castigo es completamente feliz. Hasta que su cuerpo no aguanta más.
El Jarramplas, durante el recorrido.
Para un piornalego no hay mayor sueño en su vida, a cambio de un importante sacrificio físico y psicológico. Entonces, empieza el jolgorio gastronómico, fundamentalmente las tradicionales y exquisitas migas de la comarca, que son repartidas a todos los que se acercan a la celebración, entre otras viandas.
Con estos antecedentes, y sobre todo por el desgaste físico, la tradición establecía que al Jarramplas cada año lo encarnaba un varón, aunque el papel de la mujer era muy importante, cuentean los lugareños, pero nunca como gran protagonista de la escena. No se había planteado otra cosa.
El papel de la mujer
Es cierto que las mujeres estaban muy metidas en la fiesta, incluso lanzando los nabos, además de confeccionar el vestido o reservarse el canto tradicional de La Rosa al Santo. Pero no tenía la notoriedad ni la popularidad que ha alcanzado en esta edición, que ya ha pasado a la historia por ser la primera en que una mujer se ha convertido en Jarramplas.
Lo ha hecho una periodista local, María Hernando, de 27 años, que desde que era una niña soñaba en ponerse debajo de ese voluminoso y a veces incontrolable traje para ser presa de la jauría. Y lo ha conseguido.
Su determinación está dando la vuelta al mundo. Así que ahora su teléfono no para de sonar, le piden entrevistas, desde La India a Estados Unidos. No ha habido ni habrá campaña de marketing tan exitosa para esta fiesta popular que la protagonizada por María.
“Nunca me dio miedo, soy feminista al máximo, pero la intención que tenía era sólo la de experimentar qué se sentía ahí dentro, quería sentir ese orgullo que tenemos aquí en Piornal, quería vivirlo, y la verdad es que no me esperaba la repercusión tan grande que está teniendo”.
Los consejos de un padre
La periodista, que trabaja en el programa Informe Extremadura del canal autonómico, encontró incluso la oposición paternal, pero no por una cuestión de machismo -aclara-, sino porque hace unos años tuvo que ser intervenida de una cadera tras un accidente y estuvo nueve meses de baja.
“Mi padre, que ya sabía lo que era ser Jarramplas en el año 91, estaba enfadado y hasta mi hermana me decía que me iba a echar de casa”. Un padre que al final fue muy importante porque, desde su experiencia, le aconsejó antes de enfundarse el traje que “no mirara por los ojos de la máscara sino para abajo, porque si no te impactan directamente los nabos y pica”. Su madre estuvo siempre a su lado, como cuando era una cría y ella misma lanzaba los nabos a Jarramplas.
El Jarramplas es golpeado con nabos por los vecinos.
María asegura que le ayudó su baja estatura -“no llegó al 1,60”- y podía así moverse mejor. “Todo está en la cabeza, no el físico, si quieres puedes, y había que controlar también mucho la respiración”, revive la protagonista, “porque tienes que creer en ti, estar convencida de que no te van a tirar, que vas a aguantar”. De hecho, durmió “como nunca” la noche antes, “de un tirón”.
El recorrido, que comenzó sobre las 12.30 horas, duró unos 20 minutos “muy intensos”, lo suficiente para salir desde el bar Oasis, transitar en medio de la marabunta desatada por diferentes calles del pueblo y llegar, como era su objetivo, a la casa de su abuela (cuestión sentimental) para cerrar el desfile, como es tradición, en casa de un amigo.
María quiere volver
“Al quedarme el traje grande no tuve ni un moratón”, recuerda, y eso que aguantó la lluvia de 25.000 nabos. Pero sobre todo aguantó la responsabilidad de ser la primera mujer en enfundarse ese traje mitológico. A su alrededor, cantos, jolgorio, gritos y, sobre todo, muchos flashes de cámaras. La expectación era grande. Y lo consiguió para recordar entonces cómo, 12 años antes, delante de unos compañeros en Cáceres dio su palabra, y su firma en una cinta, a que lo iba a conseguir, que iba a romper con la tradición, que iba a romper las barreras.
María Hernando, enfundada en el disfraz.
Hasta entonces, todas las mujeres que llegasen a ser mayordomo a través de un sorteo (como los hombres) cedían la responsabilidad voluntariamente a un varón. Ella, junto a otras dos chicas, entró este año como suplente, y al final tuvo la posibilidad y la confianza de postularse. Le había llegado la hora. Y no la desaprovechó.
De hecho, está tan feliz que no descarta volver a pasar el martirio en el año 2030 o en el 2041 (ya ha hecho los cálculos), fechas en los que puede volver a presentarse. O incluso antes, si a la persona que le toque en el sorteo decide, gentilmente, darle de nuevo la oportunidad, aunque, en cualquier caso, ella ya ha hecho historia.
También otra mujer de 27 años, María Torralvo, que formaba la lista de personas elegidas para encarnar el personaje, salió por la tarde ataviada de Jarramplas. El techo de cristal también se ha roto en Piornal.