Muy a su pesar, la familia Sala volverá a exponer su vida íntima la próxima primavera. La muerte a tiros de la viuda del empresario alicantino Vicente Sala, Mari Carmen Martínez, derribó en diciembre de 2016 40 años de discreción e hizo públicas las volcánicas disputas que se vivían intramuros por el control del multimillonario holding familiar. Sólo los tribunales sabían de ellas. El juicio por el crimen que se produjo el 9 de diciembre en el lavadero de uno de los negocios familiares, regentado por el marido de su hija pequeña, se repetirá en mayo. Uno de los yernos de Mari Carmen, Miguel López, volverá entonces, tres años y medio después, al banquillo como único acusado de su asesinato.
En el juicio celebrado en noviembre de 2019, un jurado popular le absolvió 48 horas después de haber firmado un veredicto de culpabilidad -desvelado por este periódico- que se anuló por falta de motivación. La primavera pasada, el Tribunal Supremo anuló el juicio y lo devolvió a la casilla de salida al entender que se habían producido anomalías. La magistrada que presidió el tribunal del jurado no celebró una vista con las partes para conocer los motivos de la devolución. Además, tampoco conservó el acta de ese primer veredicto de culpabilidad, que se destruyó. López quedó absuelto pero el crimen de su suegra siguió vivo en los tribunales. Ahora se enfrenta a 25 años.
El nuevo juicio, que se prolongará tres semanas, pondrá otra vez en el escaparate público que la unidad familiar entre los cuatro hermanos era impostada y que su batalla no comenzó tras el asesinato aunque sí se recrudeció. De un lado estará Vicente Sala hijo, el primogénito, el preferido por Mari Carmen. La fallecida pensaba que era el único capaz de dar continuidad de manera eficiente a los negocios. A él le dejó la acción de oro, una participación privilegiada que le cedió su marido y que la facultaba para tomar decisiones unilaterales. Vicente Sala Martínez y su tía Antonia -la tía Toñi para la familia-, hermana de Mari Carmen, están plenamente convencidos de que fue Miguel López la persona que la mató. Mar, Tania y Fani Sala, sus hermanas, insisten en que esta acusación no se sostiene. Ninguno de ellos está dispuesto a verlo de otra forma.
Vicente Sala quiere a Miguel en la cárcel. Sus hermanas no. El asesinato, la investigación policial y judicial y la celebración de la vista atrajeron no sólo a los medios nacionales sino también a los extranjeros. Los recelos, rencores y el malestar por el deseo de Mari Carmen Martínez de dejar el buque insignia de los negocios -la empresa matriz Samar Internacional, dedicada al plástico- en manos de su único hijo varón se habían convirtieron en un día a día insostenible en la familia. «Esto no ha sido una cosa de un día para otro», apuntó con acierto Vicente Sala en el juicio. Lo hizo a escasos metros de su cuñado Miguel López, el acusado de matarla a sangre fría de dos tiros. A lo largo de esa vista, la familia tuvo que profundizar en un desencuentro que ya rebasaba todos los límites.
La acción de oro
El crimen hizo emerger que, cuando Mari Carmen quiso blindar a su hijo y usó la acción de oro para apartar a sus hijas de la compañía, todo explotó. Ese movimiento, tal como desveló la investigación policial, supuso un estallido de los instintos más primarios en la familia. Algo, en definitiva, de muy difícil digestión para Mar, Tania y Fani. Quizá también para sus maridos porque, según otro testigo que nutrió el sumario, Mari Carmen estaba convencida de que a sus hijas las manejaban, que ellas por sí mismas no habrían emprendido un camino a las bravas, ya que iban a llevarla a los tribunales. De hecho, el día de su asesinato ultimaban la demanda. «Mis sobrinas no se casaron con los maridos adecuados», sentenció entre lágrimas la tía Toñi ante el jurado. La situación era tan cruda que, como quedó claro en las distintas sesiones del juicio, en enero de 2016, la viuda de Vicente Sala pensaba cambiar los estatutos de las empresas para poder traspasar la acción de oro a su hijo, ya que, si no se modificaban no podía hacerlo, y darle todo el poder en el holding. Además, ya le había hecho heredero universal. Los estatutos no se cambiaron porque un mes antes fue asesinada.
Veinticuatro horas después del asesinato, la Policía ya tenía a su sospechoso: Miguel López. Consideraban los agentes que el hecho de ver amenazado su sector de negocio -en el que cobraba 100.000 euros anuales y que Mari Carmen Martínez se planteó cerrar más de una vez por las pérdidas- y las malas relaciones con su suegra por sus preferencias hacia su hijo mayor, entre otros indicios, le empujaron a matarla. Paradójicamente, el crimen de Mari Carmen acabó con la guerra familiar por el poder. Sus hijos llegaron a un acuerdo, no sin muchos sobresaltos, pero un acuerdo al fin y al cabo que cerraba el frente económico.
El cliente principal de Samar Internacional -el auténtico motor del holding familiar, con una facturación anual que roza los 260 millones de euros- no quería escándalos. Quería asegurarse de que el negocio que tenía con la compañía no iba a saltar por los aires. Estaba inquieto por la continua presencia de los hermanos Sala en la prensa y por las demandas judiciales cruzadas que mantenían. Pedía garantías de un futuro sin sobresaltos. Vicente Sala Martínez lo vio claro entonces y lanzó a sus hermanas una oferta.
El acuerdo se cerró por más de 50 millones de euros a repartir entre Mar, Tania y Fani Sala, y en ese paquete se incluía la empresa patrimonial de la familia, con propiedades valoradas en 35 millones de euros. Conocer a la familia Sala-Martínez a través de sus protagonistas habría sido algo impensable hace años por ser alérgicos a la ostentación, pese a que eran una de las fortunas del país. El próximo 3 de mayo, revivirán el crimen que terminó de desunir a sus miembros.