Malestar en sectores del PSOE por el abuso de Sánchez con la dialéctica de la “confrontación”
Desde hace unos meses, coincidiendo con la placentera luna de miel demoscópica del PP, La Moncloa y la dirección del PSOE han emprendido una estrategia que supone un tono duro y bronco hacia el PP y, especialmente, hacia su líder Alberto Núñez Feijóo, con el objetivo de “desmontar” su vitola de moderado. Pero esa apuesta por la “confrontación”, no sólo ya contra el PP sino contra lo que Pedro Sánchez llama “poderes ocultos”, no es compartida en todo el PSOE. Genera incomodidad y malestar en sectores del partido.
“Ha ganado el pulso el mensaje de la confrontación, ha ganado el PSOE duro y no hay espacio para los perfiles más moderados”, es el mensaje que exponen cargos consultados de distintos territorios. La consigna en La Moncloa y Ferraz es “desmontar un personaje de Feijóo que se ha creado de moderación y no es así”, al tiempo que Sánchez ha ejecutado un supuesto giro hacia la izquierda desde el verano, aprovechando como palanca el Debate sobre el estado de la Nación y el anuncio de un nuevo impuesto a energéticas, petroleras y entidades financieras.
Confrontación “excesiva”
En el PSOE no todos comparten esta estrategia. No sólo se trata de algunos presidentes autonómicos, que rechazan la dureza contra una persona con la que hasta hace no mucho firmaban pactos y acuerdos, sino cargos y dirigentes de la formación. No son pocas las voces que trazan un paralelismo entre el “insolvente” con el que Sánchez persigue desacreditar ahora a Feijóo con el “indecente” que el ahora jefe del Ejecutivo soltó a Mariano Rajoy, en diciembre de 2015 en el transcurso de un cara a cara electoral. Entonces Óscar López, actual jefe de gabinete de Sánchez, era su coordinador de debates.
Esa “confrontación”, que en el partido hay cargos que consideran “excesiva”, quedó sentada de base este verano cuando todos los ministros elevaron los decibelios del ataque a Feijóo e, incluso, está patente en la metamorfosis de la vicepresidenta Nadia Calviño, que ha transitado de un perfil técnico a uno más político con el propósito de frenar la apuesta del PP de centrar su labor de oposición en el terreno económico. Calviño, de hecho, fue el primer miembro del Gobierno que afeó al líder del PP su foto junto al narcotraficante Marcial Dorado en su yate.
El tono y la dureza empleada por Pedro Sánchez contra el PP, y también por el portavoz socialista, Patxi López, en el Congreso, en plenas negociaciones con los populares para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Constitucional (TC) sorprendió a más de uno en el PSOE. Desde La Moncloa defienden que una cosa es la negociación del Poder Judicial y otra el objetivo de enfrentar su modelo con el del PP. Se trata de aislar ese diálogo por el CGPJ y el TC de la cotidianidad política, en la que están decididos a no dejar un segundo de respiro a los populares.
Frente a la posición de La Moncloa, de Ferraz y de dirigentes del PSOE que creen necesario mostrar cuál es el verdadero Feijóo, contar y resaltar sus “errores y mentiras”, al tiempo que presentarse como un partido y un Gobierno del lado de la gente, de “la clase media trabajadora” -el mantra constante- frente a “los poderes económicos y sus terminales políticas y mediáticas”, hay sectores de la formación que perciben que el partido “se ha escorado en exceso” y se ha descuidado la posición de centroizquierda. Preferirían una posición más centrada porque, además, entienden que la identificación con Podemos, amén del “ruido permanente” en la coalición, resta.
“Desgaste” de Sánchez
Cargos de distintos territorios consultados por este diario ratifican que no se quiere un superdomingo electoral en mayo, donde se hagan coincidir municipales, autonómicas y generales. Algunos líderes como Emiliano García-Page, incluso, lo han expresado públicamente. Otras voces lo corroboran en la trastienda. Ferraz lo sabe y por eso también intenta tener la iniciativa exponiendo que las generales serán cuando tocan, a finales de 2023.
En el partido se asume el “desgaste” de la figura del presidente. No ya sólo por la erosión que provoca la labor de gestión, sino porque, explican voces conocedoras de la sala de máquinas socialista, que es difícil evitar la asociación de la imagen del presidente del Gobierno a malas noticias como el confinamiento, la inflación, la subida del precio de la luz, del gas… por mucho que sean causas sobrevenidas. Ese “desgaste” no lo sufrirían tanto los presidentes autonómicos, como han evidenciado las últimas elecciones autonómicas celebradas. Y los barones lo saben. Que su marca cotiza ahora más que la de Sánchez. De ahí también, los desmarques que en los últimos tiempos éstos han realizado respecto al Gobierno, por ejemplo, en la batalla fiscal, buscando diferenciarse.
“La gente está quemada”, admiten en el seno del partido, donde reina el consenso de que en las próximas elecciones la dinámica de voto más que a favor de alguien será “contra” el presidente. Y esa dinámica no es sencilla de voltear. “Feijóo no lo tiene difícil”, confiesa un cargo del partido.
Pero, al tiempo, los socios de gobernabilidad de Sánchez consideran que su giro a la izquierda es aún más de palabra que de hechos. No lo ven consumado. Creen que sus iniciativas están bien encaminadas, pero las tildan de “insuficientes”, “incompletas” e, incluso “rácanas”. “Sánchez tiene en su mano que vayan a gobernar el PP y Vox”, admiten en una formación socia del Gobierno en el Congreso. “Tiene que decidir si se atreve a liderar el espacio de la izquierda en España, como el PP ha decidido liderar el de la derecha”, oponen fuentes parlamentarias.