Meritxell Batet tensa el Congreso escorándose a la izquierda en la guerra institucional
Presidir el Congreso de los Diputados no es labor fácil. Ocupar ese puesto privilegiado implica asumir la tercera magistratura del Estado, por detrás sólo del Rey y del presidente del Gobierno. Un buen sueldo y reconocimiento, a cambio de un ejercicio escrupuloso de neutralidad política y defensa de los derechos de todas las fuerzas parlamentarias sin excepción.
Ahí es donde radica la dificultad del cargo, porque obliga a quien lo ocupa a dejar de lado su adscripción política, sus afinidades e