Una democracia en diferido
Juan Luis Cebrián tenía 36 años, dirigía El País y la tarde del 23 de febrero de 1981 venía de una larga y feliz sobremesa con su mujer de entonces, Inmaculada González de Lara, que cumplía años. Se sentó perezosamente en su despacho, prendió la radio para seguir la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo y mandó que entrara un periodista al que había citado para contratarlo. Apenas le dio tiempo a saludarle. Por el interfono, el subdirector, Augusto Delkáder, le preguntaba si estaba escu