Una década después del asesinato de Osama bin Laden. De la reivindicación de Barack Obama como un presidente duro, de las celebraciones frente a la Casa Blanca al grito de “¡USA! ¡USA!” y de los cantos de victoria frente al terrorismo, Al Qaeda, la red que capitaneó el multimillonario saudí convertido en militante yihadista, sigue viva. Y crece. Ni los sucesivos golpes contra las patas de la organización en Siria, Yemen o Afganistán, ni el haber perdido el pulso contra el Estado Islámico la han