Balas y hambre en Filipinas: la cuarentena de Duterte

INTERNATIONAL

El día que su marido fue detenido, Bernadeth Caboboy tenía 200 pesos filipinos (3,62 euros) en el bolsillo y una hija de tres años en brazos a la que no podía comprar comida porque no le llegaba el dinero. Habían pasado tres semanas desde que se decretó el confinamiento en Filipinas. Los residentes de la aldea de San Roque, en la ciudad de Quezón, que viven en una barriada muy pobre, salieron a la calle a protestar porque no habían recibido ningún paquete de alimentos desde que comenzó el cierre