Bielorrusia encarcela a dos periodistas por retransmitir protestas en Minsk
Dos periodistas bielorrusas, Katsiaryna Andreyeva, de 27 años; y Darya Chultsova, de 23, fueron detenidas en noviembre en un apartamento desde el cual habían estado filmando las protestas que tenían lugar por la muerte de un manifestante días antes. Hoy estas dos periodistas de ‘Belsat’, un canal de televisión por satélite polaco que retransmite para Bielorrusia, han sido condenadas a dos años de prisión cada una por informar en directo desde una manifestación en Minsk el pasado mes de noviembre.
Como prueba material, la fiscalía no halló otros objetos ‘delictivos’ que una cámara de vídeo, un micrófono, teléfonos móviles, memorias USB y chalecos de prensa. Según la investigación, las periodistas de ‘Belsat’ concitaron a los manifestantes con sus retransmisiones, y esto provocó cortes en el servicio del transporte público en Minsk.
Ambas mujeres se declararon inocentes tras ser acusadas de orquestar las manifestaciones al filmarlas, y señalaron que las imputaciones tenían motivaciones políticas. Pero este jueves la jueza Natallya Buhuk condenó a Andreyeva y Chultsova después de declararlas culpables de “organizar eventos públicos destinados a alterar el orden”. Las organizaciones bielorrusas de derechos humanos han presentado a Andreyeva y Chultsova como presas políticas y han exigido su liberación inmediata.
La Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y otros países se han negado a reconocer a Lukashenko, que está en el poder desde 1994, como líder legítimo de Bielorrusia, denunciando la “falsificación” del voto. Desde entonces, varios manifestantes han muerto y diversas organizaciones de derechos humanos señalan que hay pruebas creíbles de que los agentes de seguridad están utilizando torturas contra algunos de los detenidos.
En su última declaración, Andreyeva exigió la “liberación inmediata” de “todos los presos políticos en Bielorrusia”. Pero el líder bielorruso insistió la semana pasada, ante la Asamblea Popular del país, en que “no hemos tenido y no tenemos presos políticos”. Además de criticar los smartphones “porque los norteamericanos están escuchando cada minuto”, también dijo que el proyecto de la nueva Constitución del país se presentará a referéndum a principios de 2022.
El propio Lukashenko ha especulado alguna vez con ese nuevo escenario como punto de partida para su salida de Bielorrusia. Hace diez días afirmó que las condiciones para que abandone su puesto son el cese de las protestas en el país y las garantías de seguridad para sus seguidores. “La condición principal de [mi] salida del poder es: la paz, el orden, el cese de las protestas, expresar opiniones respetando la ley es la condición principal”. La segunda condición “es que no puede caer ni un pelo de la cabeza de ustedes, los partidarios del presidente actual”, dijo Lukashenko durante la Asamblea Popular bielorrusa.
Equilibrios entre Europa y Rusia
El líder bielorruso dice que quiere una reforma constitucional, pero no unas elecciones. Su popularidad se ha hundido y necesitaría una falsificación electoral todavía mayor que la del verano pasado. Sin dejar de tener una república presidencialista, sugiere recortar un poco los poderes presidenciales, “porque son demasiado agobiantes para una persona y no está claro que quien llegue al poder en el futuro lo aguante”.
Lukashenko anunció ayer que planea reunirse el 22 de este mes con su homólogo ruso, Vladimir Putin, y refutó los rumores de que vaya a pedir un préstamo por valor de 3.000 millones de dólares. “No vamos a pedir nada”, indicó. Desde el gobierno se había adelantado que la reunión podría centrarse en cuestiones relacionadas con la profundización de la integración de Minsk y Moscú, un campo donde es Putin el que lleva ahora la iniciativa tras las resistencias pasadas de Lukashenko. También es público que Rusia busca extender el uso de su sistema de alerta de ataque con misiles en Bielorrusia. Y que Minsk quiere discutir con Moscú enmiendas al acuerdo sobre suministros de petróleo, un marco legal que ofrece este hidrocarburo ruso a precios bajos en el mercado bielorruso pero limita las exportaciones del mismo.
Medio año después del estallido de unas protestas que le dejaron tocado políticamente y con menos capacidad de resistirse en las negociaciones con su ‘hermano mayor’ ruso, Lukashenko parece no renunciar a seguir haciendo equilibrios entre Europa y Rusia: “Nos importan las relaciones con la UE, con la que tenemos la frontera más extensa y un alto grado de interdependencia de índole económica, social, cultural y política… Al mismo tiempo, nuestro principal socio económico y aliado estratégico ha sido y será Rusia, un país que no es extraño para nosotros”.
Moscú, que con tanta fuerza criticó el “golpe” ucraniano de 2014, ha cerrado los ojos ante la deriva dictatorial de su obediente vecino bielorruso: los líderes de la oposición están todos en la cárcel o en el exilio. La Justicia bielorrusa presentó la semana pasada dos cargos más contra la opositora Maria Kolesnikova, que permanece bajo custodia desde septiembre pasado. Así lo informó la oficina de su jefe, Victor Babariko, que fue aspirante a la presidencia de Bielorrusia y que también está en la cárcel. “Esta vez la acusan de conspiración para tomar el poder por vía inconstitucional […] además de creación y liderazgo de grupo extremista”, dijo un comunicado de prensa. Kolesnikova fue detenida en septiembre pasado, tras un fallido intento de expulsarla de Bielorrusia. La opositora rompió en pedazos su pasaporte en la frontera para impedir su expulsión a la vecina Ucrania. Por otro lado, Minsk ha mandado una solicitud a Letonia para la extradición de otro excandidato opositor a la presidencia de Bielorrusia, Valery Tsepkalo.
El martes, los líderes de la Asociación de Periodistas de Bielorrusia y la ONG Vesna denunciaron que las fuerzas de seguridad entraron en sus oficinas para realizar registros. Aunque la atención internacional se ha reducido, la presión se sigue sintiendo día a día en el país.