Josep Borrell había estudiado y conocía de memoria la letra de la canción, pero fue Sergei Lavrov, el más veterano y astuto de los ministros de Exteriores del continente, el que puso la música, marcó el ritmo y mandó durante el baile. El alto representante para la Política Exterior de la UE sabía que podía acabar en una trampa cuando propuso viajar a Moscú. Sabía que había muy poco que ganar y muchísimo que perder y que le iban a llover las críticas en el mejor de los casos, pero aun así siguió