Las heridas de las protestas que se iniciaron hace un año en Chile todavía son visibles. El centro y el barrio de Providencia, en la capital, Santiago, muestran las huellas de los daños y del miedo. Grandes almacenes y comercios exhiben mamparas y paneles de protección, como si esperaran la llegada de un huracán.
La violencia no ha sido erradicada en Santiago, sobre todo en la zona de la plaza Baquedano, rebautizada por los manifestantes como “Plaza de la Dignidad”, donde la semana pasada fueron