Convertir la Corona en algo tan vulgar que la hace prescindible
Fue Benjamin Disraeli, el gran primer ministro británico de mediados del siglo XIX, quien acuñó la máxima: nunca te quejes, nunca te expliques. Pero ha llegado hasta nuestros días como una ley no escrita que rige para todos los Windsor, la dinastía real que más interés ha despertado nunca en el mundo. No cabe mayor traición que la que se comete contra la propia sangre. Y tiempo tendrá el veleidoso príncipe Harry para arrepentirse de la que acaba de protagonizar con esas quejas y explicaciones ju