Mathieu Paoli tenía 24 cuando sus padres, Ange Marie y Toussainte, murieron al estrellarse el vuelo AF 1611 Ajaccio-Niza. De su madre sólo se recuperó el monedero. El Mediterráneo engulló los cadáveres de 80 de los 95 fallecidos. Era el 11 de septiembre de 1968.
Hoy, este jubilado de Renault tiene 75 años y preside la asociación de víctimas de lo que, oficialmente, fue un accidente. Él no se lo cree. Habla así de rotundo: “Un misil, disparado por el ejército, que efectuaba maniobras aquel día en la costa de San Rafael terminó su carrera en el reactor trasero izquierdo del aparato”.
La causa oficial de accidente fue un incendio pero hay indicios de que se ocultaron evidencias que lo desmentirían. Él lo tiene claro: “Desde el principio, el ejército intentó disimular los elementos que le acusaban. Esta mentira de Estado dura ya 51 años”.
En vísperas del último aniversario, el director de gabinete de la presidencia de la República, Patrick Strzoda, le envió una carta. Emmanuel Macron “comprende su búsqueda de la verdad” y asegura que el ministerio de los Ejércitos “continúa un importante trabajo de investigación para identificar eventuales documentos de interés que no se hubieran aportado en el pasado”. El presidente pedía a la ministra Florence Parly que reclame a la Comisión de Defensa Nacional que levante el “secreto de defensa”.
Mientras esperamos que se haga la luz, esta es la historia del vuelo y los puntos oscuros de su trágico final recopilados por Le Figaro y Le Monde.
Son las 9h 09 del miércoles 11 de septiembre de 1968. El Caravelle III SE 210 de Air France, matrícula F-BOHB (foxtrot bravo oscar hotel bravo) se dispone a despegar de Campo dell’Oro, el aeropuerto de Ajaccio. Es un aparato casi nuevo (1000 horas de vuelo) al que se acaba de sustituir un reactor. No hay ni una nube entre Córcega y la Francia continental.
-“Hotel Bravo, despegue en pista 09, llame al pasar por el punto Alfa Juliette”, dice la torre de control.
-“Hotel Bravo pasa Alfa Juliette, nivel 40 (4000 pies)” confirma a las 9h 12 el comandante Michel Salomon. Tiene 36 años y 8745 horas de vuelo.
-“Tengo fuego a bordo. Nos estrellamos. Seguro”, dice el comandante a la torre de de control de Niza a las 9h 31. Poco antes ha avisado a control aéreo de que tiene “problemas” y pedido una aproximación directa a ese aeropuerto.
-“Contacto perdido a 20 millas al sur de Antibes” concluye a las 9h 33 la torre de control.
Un cigarro en la basura
Más de cuatro años después, en diciembre del 72, se publicó el informe oficial. Atribuye el accidente a “un incendio” de origen indeterminado al fondo de la cabina. Se aventura que “un pasajero habría tirado una colilla a la basura”. Es absurdo que alguien fuera a fumar a los lavabos cuando estaba permitido hacerlo en todo el avión. El informe señala que “los extintores del armario del galley trasero han sido recuperados en su posición original. No fueron pues, utilizados”. En el Caravelle, el retrete estaba a menos de un metro de la zona de trabajo de la tripulación (galley). Es increíble que la tripulación ni siquiera cogiera un extintor si había fuego a bordo.
Medio siglo después las inconsistencias de la versión oficial y los indicios apuntan a otra causa: un misil. Disparado desde una zona de prácticas del ejército de tierra. El ejército siempre sostuvo que el campo de tiro “estaba cerrado el día del accidente”. El ministro de Defensa, Michel Debré, lo ratificó por escrito.
“Mentira”, claman los abogados de las víctimas. El diario ‘Le Provenzal’ había publicado este aviso unos días antes: “el campo de tiro aire-tierra de la zona Titan, en las islas del Levante estará activo los días 11, 12 y 13 de septiembre de 8h30 a 15h00”.
En el día y la hora de la tragedia, un equipo de la radiotelevisión pública francesa está haciendo un reportaje en una instalación militar del monte Agel, encima de Niza. El técnico de sonido graba una voz masculina que se dirige a un operador de radar del centro de control desde donde se vigilan los tiros de misiles del ejército: “Lo hemos perdido, lo hemos perdido” repite.
Esa misma tarde cuando están trabajando en el montaje, dos policías secretos de los Renseignements Généraux, reclaman la grabación a la dirección de la emisora que la entrega. Semanas más tarde, la película es devuelta… pero la banda de sonido ha sido borrada.
Falsificación de documentos militares
Michel Laty hacía la mili en la capitanía marítima de Tolón. Recordaba haber tecleado un correo clasificado “secreto-defensa’ que daba cuenta de que un tiro de un misil sin carga lanzado desde la isla de Levante había impactado en el Caravelle “a la altura de uno de sus reactores”. Lo contó por escrito y ante las cámaras de TF1 en 2011. Murió de cáncer meses después sin haber declarado ante la justicia.
Michel Verne y Max Clanet son los autores de “Secreto de Estado: 11 de septiembre 1968 el crash del Caravelle Ajaccio-Niza”. Revelan la falsificación de dos documentos militares. Uno. El ‘zonex’ (de zona de ejercicios) un cuadro que consigna, hora por hora, todas las actividades del sector. La parte que corresponde con la hora del suceso, fue reescrita.
Y dos, el cuaderno de bitácora de la fragata lanza misiles “Suffren” cuya presencia en la zona se sospechaba. Media página, la franja de 6h00 a mediodía de aquel 11 de septiembre fue pegada encima. Michel Rousseau, contramaestre del navío, recordará: “Estábamos en la zona donde cayó el Caravelle, vi sus restos en la superficie. Los buceadores los recogían y metían en sacos. Luego, todo aquello debió ser desembarcado en el arsenal militar de Tolón”.
Sólo el 10% de la masa del avión fue recuperada. Faltan los reactores, que podrían incriminar al Ejército. Sólo tres días después de la tragedia, el comandante Jacques Lalut pilotaba un Caravelle en ruta de Marsella a Túnez. Percibió un rastro luminoso identificado (y luego confirmado) como un misil. “Si hubiéramos despegado 20 segundos antes hubiéramos estado a su alcance, atraído por [la temperatura] de 600 grados de nuestros reactores”.
Han pasado más de 51 años de aquel día horrible. Los hechos han prescrito. Pero los familiares de las 95 personas que perdieron la vida no se rinden. Paul Sollacaro, uno de los abogados de las víctimas, declaró a Le Monde: “Ni dinero ni reparación. Queremos que el Estado reconozca que el 11 de septiembre de 1968 hubo un ejercicio de tiro en el Mediterráneo, en la costa de Antibes”.