El efecto mariposa
Un murciélago bate las alas en Oriente y Occidente coge pulmonía. Se decreta el toque de queda, la muerte ronda el pomo de la puerta, la calle es un quirófano donde sólo circulan cirujanos, los hospitales brotan de la tierra en partos exprés, los médicos remiendan sus propias batas blancas, hay cola de cadáveres a la puerta del tanatorio y cuerpos que asoman por el escaparate de un centro comercial, la Stasi registra en el balcón la entrada y la salida del vecino, el mundo entero se gradúa en Ciencias, el emperador prescribe unos chupitos de lejía, su valido ingresa en la UCI víctima de una grave inmunidad al sentido común, la Bolsa se estrella, la curva se aplana, las rejas se abren. Y entonces las alas baten desde Occidente. El cielo vuelve a teñirse de luto, se desonfinan los coches, en algún sitio hay que tirar mascarilla y guantes -donde sea, no se apure-, el plástico vuelve a ser tendencia. En un rincón de Filipinas, dos niños reinan sobre el vertedero en el que se cuece la próxima pandemia.