La ola de denuncias de las iraníes ha surtido éxito. La Policía ha anunciado el arresto de un individuo al que, durante el fin de semana pasado, al menos 30 chicas acusaron a través de Twitter de haber abusado sexualmente de ellas. Así se han roto tabúes en cadena. Primero, la salida a la luz de un problema habitualmente escondido bajo la alfombra en una sociedad gobernada por leyes patriarcales. Entre los denunciados por docenas de internautas hay incluso celebridades locales.
Paradójicamente, Twitter está censurado en Irán. Sin embargo, el jefe policial de Teherán ha reconocido su impacto en la detención de un hombre al que han identificado como Keyvan Imam Verdi. “Debido al gran número de denuncias y al daño a los sentimientos del público, se abrió una investigación exhaustiva al respecto”, ha señalado Sardar Husein Rahimi a la agencia Mehr. Ahora, el policía solicita a las demandantes virtuales presentar su denuncia formal. Les promete proteger su identidad.
De acuerdo con algunas denuncias, el arrestado, cuya fotografía incluso los medios estatales han compartido -otro hecho sin precedentes-, regentaba una librería cerca de la céntrica plaza Enghelab de la capital iraní. No lejos de ahí está la Universidad de Teherán. Supuestamente, el individuo se acercaba a estudiantes de la Facultad de Bellas Artes, a las que atraía a sus dependencias y drogaba, introduciendo narcóticos en la bebida, para posteriormente abusar sexualmente de ellas.
Tras conocerse la noticia de la detención, numerosas internautas se han congratulado por la acción policial. Otras han recordado la necesidad de denunciar en comisaría, y han ofrecido consejos tales como delegar en un abogado para completar el proceso. “Que sea el primero de otros”, exigía otra tuitera, recordando que en esa suerte de ‘me too’ iraní hay señalados artistas e incluso profesionales de campos como la medicina.
Alrededor de las denuncias se ha generado una inédita red de apoyo y de concienciación respecto a un crimen del que apenas se habla, pero que muchas iraníes sufren en algún momento de sus vidas. Hasta el momento, sólo los más cruentos, como los mal llamados crímenes de honor -hasta tres se han registrado en los últimos meses- habían incendiado la opinión pública. Sin embargo, un borrador de ley contra la violencia machista lleva años encallado en el Parlamento, sin que salga adelante.
“¿Cuántas de nuestras organizaciones e instituciones gubernamentales y privadas tienen medidas preventivas especiales? ¿Dónde están los límites autorizados para ciertos comportamientos, qué son ejemplos de comportamiento inapropiado, qué autoridad debe gestionar tales situaciones y qué debe hacer la institución para garantizar los derechos de la víctima para evitar represalias?, se pregunta en Twitter una activista llamada Elahe.
Atlas Torbati, una investigadora de la universidad londinense de Goldsmith, hace hincapié en un informe en cómo la cultura del silencio ha ido en detrimento de la Justicia. “Primero, las personas evitan denunciar a la Policía porque temen poner el peligro el honor y la reputación de la familia; segundo, algunas formas de agresión sexual, como el abuso verbal, se han vuelto socialmente aceptadas hasta el punto de que algunas mujeres hacen la vista gorda ante ella, lo que se traduce en su aceptación”.
Por último, subraya, “para proteger la moral pública, el Gobierno no publica informes sobre casos de agresión sexual”. La falta de estadísticas no permite cuantificar la gravedad del problema. Esta vez, aparentemente, el Gobierno ha optado por responder con acciones al clamor de las redes sociales. Una decisión que recuerda a otra reciente, de repetir el juicio contra tres jóvenes acusados de delitos en el marco de las protestas antigubernamentales del pasado año, tras críticas a su condena a muerte.