El ministro de Exteriores ruso visita América Latina para consolidar su influencia en la región

Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de Vladimir Putin, regresa esta semana a América Latina para confirmar que su país disfruta de sus mejores momentos en el “patio trasero” de su enemigo histórico. Cuba y Venezuela esperan con los brazos abiertos a su aliado geopolítico y comercial fundamental, mientras México explorará la profundización de sus relaciones.

Lavrov disfrutará desde el miércoles de un recibimiento por todo lo alto, como si se tratara de un rock star de gesto adusto y colmillo económico muy afilado. Rusia ha demostrado que su principal objetivo en América Latina es que sus aliados se mantengan en el poder al precio que sea y desde ese escenario, sacar el máximo provecho financiero.

“Desarrollo del diálogo político, cooperación económica y el perfeccionamiento de las relaciones”, resumió la portavoz del canciller, una figura que gana peso ante los gobiernos locales, parecida a aquellos ministros de la extinta Unión Soviética en el siglo pasado. Eran otros tiempos, incluido el susto mundial provocado por la crisis de los misiles, cuando los “bolos”, como les llamaban en la isla, imponían hasta la ropa que vestían los cubanos, tan alejada de sus sueños.

La influencia rusa es tan evidente que incluso ha marcado el desarrollo del desafío de Juan Guaidó y la oposición democrática contra la revolución bolivariana. Elliott Abrams, representante especial de EEUU para Venezuela, reconoció en enero que la alianza de Maduro con Rusia fue el factor clave para que el ‘hijo de Chávez’ se atornillara en el poder. “Si hemos cometido un error fue subestimar la intensidad de su apoyo”, confesó.

Una vez frenada la ofensiva, los rusos se han dedicado a consolidar su poder en Venezuela. Su primera exigencia a Nicoás Maduro fue la cabeza de Guaidó, lo que provocó la operación de asalto al Parlamento. Millones de dólares a repartir entre los diputados “traidores”, la toma militar del Palacio Legislativo, la fuerza bruta de los paramilitares y la imposición chavista saltándose una vez más la Constitución, las normas y los reglamentos han configurado una junta directiva fraudulenta al servicio de Maduro y de sus aliados, con los rusos a la cabeza.

Moscú pretende que este falso poder legislativo apruebe los convenios petroleros puestos en marcha con la estatal rusa Rosfnet, una vez que el chavismo se haya decidido a privatizar parte de su industria petrolera. Una operación económica de altos vuelos en la que también estaría incluida la española Repsol, según ha averiguado la agencia Bloomberg.

Apoyo a Parra

Rusia y Cuba son los únicos países que han reconocido al fraudulento presidente Luis Parra, un apoyo indirecto que también han expresado viejos aliados como el líder opositor colombiano, Gustavo Petro, y el vicepresidente español, Pablo Iglesias, quien degradó a Guaidó, presidente legítimo del Parlamento democrático.

Lavrov se reunirá en Caracas con Maduro, el canciller Jorge Arreaza y la vicepresidenta Delcy Rodríguez, comisionada por el jefe revolucionario para llevar adelante una operación con la que el chavismo pretende obtener el dinero necesario para potenciar sus herramientas de control social y económico en año electoral, imprescindibles para mantener el 25% de apoyos de su antigua base política.

Cooperación energética, minería, transporte, medicina y, sobre todo, las relaciones militares, que durante 2019 llevó hasta Venezuela a varias delegaciones rusas. La última sigue siendo un misterio: un grupo de militares rusos se establecieron en el parque natural de Canaima pese a las protestas de los indios pemones. Los propios indígenas señalaron que los rusos operaron drones durante días.

La alianza con Rusia también es trascendental para el Gobierno de Miguel Díaz-Canel en medio del zafarrancho de nuevas sanciones de la Administración Trump. Moscú colabora con La Habana en distintos programas económicos, comenzando por la rehabilitación del sistema de ferrocarriles, descarrilado durante el castrismo.

En Ciudad de México, la agenda de Lavrov tiene marcada en rojo un encuentro con el canciller Marcelo Ebrard para “intercambiar puntos de vista sobre asuntos internacionales y regionales apremiantes”. Dirigentes mexicanos del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador forman parte del Grupo de Puebla, un eje progresista creado el año pasado para compensar la hegemonía ideológica de la derecha y el centro en la región. Rusia también pretende repotenciar a la moribunda Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), creada por Hugo Chávez como contrapeso a la OEA.

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