Identificados los restos de los Romanov encontrados en el bosque: ¿cómo enterrar a la familia imperial?
Cuando Nicolás II, zar de Rusia, renunció al trono con una abdicación formal el 15 de marzo de 1918, su vida no estaba en peligro. Era menos odiado que la zarina -Alejandra Fiódorovna, una princesa alemana- pero tenía muchos enemigos en el Soviet de Petrogrado.
Aleksandr Kerenski, entonces ministro de Justicia, escribió en sus memorias que había reaccionado a sus belicosas intenciones declarando: “Como fiscal general tengo derecho a decidir el destino de Nicolás. Pero, camaradas, la Revolución Rusa no se ha manchado de sangre y no permitiré que se deshonre. No, no seré el Marat de la Revolución rusa”. Pero en el momento en que en Moscú pron