Irán comienza a reabrirse para evitar la presión económica
Acuciado por la costosa factura de la lucha contra el coronavirus, y animado por la cercanía del allanamiento de la famosa curva, el Gobierno iraní ha apostado por reemprender algunas de sus actividades no esenciales a partir de este fin de semana. Lo ha anunciado el presidente Hasan Rohani este domingo, a pesar de la preocupación que suscita entre expertos y parte de la ciudadanía, que teme un repunte de contagios.
El Ejecutivo ha diseñado un plan de licencias para reabrir los llamados “negocios de bajo riesgo”, entre los que hay despachos, factorías y oficinas operadas por dos tercios del funcionariado. Podrán abrir, ha explicado en una conferencia televisada, bajo concesión del Ministerio de Sanidad e implementando una serie de protocolos de higiene y distanciamiento social.
Las grandes superficies, los restaurantes y cafeterías y los lugares de gran concurrencia, como parques y auditorios, permanecerán cerrados hasta una fecha no concretada por el Presidente, que sí ha subrayado que el próximo mes sagrado de ayuno del Ramadán, que comienza en dos semanas, será distinto. No habrá rituales comunitarios en las mezquitas. Las plegarias se dirigirán por televisión.
Ya desde hace una semana, cuando muchos regresaron de las vacaciones del Año Nuevo Persa, las principales ciudades habían recuperado tibiamente el pulso. Aparte por la preferencia de muchos de recurrir al vehículo privado, los atascos se reprodujeron. Tratándose de una ciudad con una población flotante de 15 millones de personas, las imágenes de buses y metros repletos fueron inevitables.
Todo esto en un país que ha visto morir por coronavirus a más de 4.300 personas y que acumula más de 70.000 infectados, según datos oficiales. Algunas estimaciones elevan los números. “Si la gente se vuelve arrogante sobre la relativamente mejor situación […] seguramente sufriremos una [nueva] fase dura [de la enfermedad]”, ha advertido por televisión el ministro de Sanidad, Said Namaki.
Bien por miedo al contagio o por la falta de incentivos para estar afuera, una parte importante de los iraníes sigue confinada voluntariamente en sus hogares. El incremento del consumo de agua y calles vacías lo atestiguan. Aun así, la difícil situación económica, fruto de las sanciones de los EEUU y de la gestión de los recursos, presiona especialmente a la clase obrera, necesitada de trabajar.
El viceministro de Sanidad, Iraj Harirchi, ha considerado una “causa de preocupación” la decisión de reabrir servicios no esenciales. “Si la gente va a trabajar regularmente debemos considerar no sólo el peligro del empleo en si, sino también el del transporte público en el que se acude a él”, ha subrayado esta semana.
Este domingo, Rohani ha instado a la población a recurrir a taxis y coches particulares para desplazarse por Teherán, cuyas áreas de restricción de tráfico, diseñadas para rebajar los niveles de polución y la congestión, ha suprimido. Una decisión dolorosa para los pulmones de la población, que manifiesta, una vez más, el difícil equilibrio entre salud pública y perjuicio económico que la Covid-19 plantea.
“Tratamos de combatir el coronavirus mientras recuperamos la economía”, ha resumido recientemente el portavoz gubernamental, Ali Rabiei, quien esta semana ofreció algunos datos sobre las consecuencias económicas de la pandemia. Al menos siete millones de empleos se han perdido o han sido suspendidos temporalmente. Un millón y medio de negocios, añadió, sufrirán consecuencias a largo plazo.
Una encuesta realizada en Teherán por el centro de análisis ISPA arroja conclusiones en línea con el debate económico que se vive en la Administración. El 34% de los encuestados, indica el estudio, reconocen estar teniendo problemas económicos debido a las medidas de confinamiento para luchar contra la pandemia. El 35% calcula que puede mantenerse sin problemas hasta dos meses.
El Gobierno ha extraído cerca de mil millones de euros su Fondo Soberano para abordar el daño económico del coronavirus. Además, según ha confirmado la Presidencia, Teherán ha logrado esta semana descongelar unos activos valorados en 1.500 millones de euros que poseía en Luxemburgo, y que los EEUU trataban de controlar para compensar a sus víctimas del terrorismo.