El flamante Parque de la Ciencia de Teherán no es exactamente como los de las otras capitales del mundo. Alberga juegos de espejos curvados, experimentos hidráulicos y un planetario que los más pequeños contemplan embelesados. Pero, al final de la visita, se exhiben cuatro figuras masculinas de cera, vestidas de forma elegante o con bata, con rostros afables, que pronto serán cinco: son los “mártires de la ciencia”, según reza la placa que los acompaña.
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