Habían pasado cuatro meses desde la masacre de la Plaza de Tiananmen cuando cientos de personas se reunieron junto a la estatua de bronce de la reina Victoria en Hong Kong y empezaron a recitar poemas dedicados a los que murieron en Pekín aquel 4 de junio de 1989. Margaret Scott, una periodista del ‘New York Times’ presente en el homenaje, escribió en su crónica del día que tras lo de Tiananmen, Hong Kong se había convertido en una ciudad asustada de su futuro.
Sobre todo los ciudadanos estaban