La resurrección de Joe Biden

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Joe Biden tiene una nueva arma electoral en su campaña por la nominación demócrata: el pez halcón.

El pez halcón es un pescado tropical que vive en arrecifes coralinos y mide, dependiendo de la especie, entre 5 y 55 centímetros. Pero Pez Halcón es también el nombre en español de ‘Hawkfish’, una empresa de ‘big data’, especializada en campañas electorales, propiedad de Michael Bloomberg, el ex alcalde de Nueva York y empresario de los medios de comunicación. ‘Hawkfish’ tiene 270 empleados y un solo cliente: la campaña electoral de su dueño. O sea, de Bloomberg.

Y hoy Bloomberg suspendió esa campaña electoral después de haber logrado unos pobres resultados en el ‘Supermartes’, en el que votaron 14 estados más los demócratas que viven fuera de Estados Unidos, y en el que Joe Biden llevó a cabo una resurrección política de dimensiones épicas. El ex vicepresidente con Barack Obama ha pasado en cinco días de ser un cadáver político – sin votantes, sin dinero, sin discurso – a transformarse en el líder de la carrera demócrata, donde se ha convertido en el líder del centro del partido frente al izquierdista senador por Vermont Bernie Sanders.

Su último rival en ese espectro ideológico era Bloomberg. Así que la salida del multimillonario neoyorquino no solo despeja el terreno a Biden y le entrega en torno a un 10% – 15% del voto que estaba en manos de Bloomberg. También le da los recursos del candidato. Porque Bloomberg, que tiene un patrimonio estimado en 60.000 millones de dólares (54.0000 millones de euros) ha declarado que apoya a Biden, y que va a mantener y expandir su infraestructura electoral para ayudarle a ganar a Donald Trump en las elecciones del 3 de noviembre.

Bloomberg ha puesto, así, a ‘Hawkfish’ y a sus ilimitados recursos económicos al servicio de Biden. Como afirma el ya ex candidato en la nota de prensa en la que ha dado a conocer su decisión, “entré en la campaña de la presidencia para derrotar a Donald Trump. Hoy, abandono la campaña por la misma razón: para mí es claro que permanecer haría ese objetivo más difícil”. Bloomberg, que a lo largo de su carrera en la vida pública y en el sector privado jamás ha destacado por su humildad, hace una profesión de principios en el texto, al proclamar que “tengo muy claro mi objetivo supremo: la victoria en noviembre. No mi victoria, sino la de mi país”.

El hecho de que Bloomberg vaya a seguir operando con una campaña paralela a la de Biden es significativo, porque imita la estrategia de Robert Mercer, el multimillonario de Wall Street que ha sido clave en la victoria de Donald Trump en 2016 y en el triunfo del Brexit. En lugar de donar dinero, como han hecho otros millonarios – por ejemplo, los hermanos David y Charles Koch en el Partido Republicano, o el propio Bloomberg y George Soros en el Demócrata -, Mercer, apoyado por su hija, Rebekah, ha creado empresas independientes – la web Breitbart y la consultora Cambridge Analytica – que han ayudado a las campañas pero desde fuera.

Joe Biden se hace un selfie con seguidores tras su mitin en Los Ángeles.

Ahora bien: los datos no lo son todo. Ni el dinero. ‘Hawkfish’ no ha evitado que Bloomberg se tenga que retirar sin ganar ni una primaria. Los 559 millones de dólares (501 millones de euros) que ha gastado el multimillonario ex alcalde solo en anuncios en televisión (407 millones) e internet (152 millones) solo le habían permitido alcanzar, en la noche de ayer, 50 delegados de los 1.112 que habían sido ya distribuidos entre los candidatos. Es un resultado catastrófico. Bloomberg ha gastado más que todos los demás juntos, y es el cuarto en delegados, por detrás de Biden (560), Sanders (518) y hasta de Elizabeth Warren, la otra líder de la izquierda, que tiene 53.

La importancia del voto útil

El contraste es todavía mayor porque la seña más distintiva de la campaña de Biden ha sido la falta de dinero. Los grandes donantes demócratas de Hollywood, Silicon Valley y Wall Street no le han apoyado a él, sino a otros candidatos de centro que ya se han retirado, como Kamala Harris, Cory Booker, y el propio Buttigieg. Biden ha ganado por el voto útil. No tiene carisma. Se le ve muy envejecido. Y carece de dinero. Pero el dinero, precisamente, no lo es todo. El presidente, Donald Trump, clavó lo que le ha pasado a Bloomberg: “Hay una cosa clara: No puedes comprar unas elecciones”. Así que, aunque tenga los dólares y la organización de Bloomberg, Biden va a tener que seguir sudando en campaña.

Además, aunque Biden gane, es improbable que consiga la mayoría absoluta de los delegados en la Convención del Partido Demócrata que se celebra en julio en Milwaukee, en el estado de Wisconsin. Y, si Sanders logra dar la vuelta a la situación y acaba imponiéndose, tampoco tendrá la mayoría. Eso augura una Convención caótica, partida entre dos bandos irreconciliables y muy diferentes sobre todo desde el punto de vista de la edad. Los menores de 35 años están mayoritariamente con Sanders. Los mayores de 50, con Biden.

Para Trump, ése no es un mal escenario. El presidente está defendiendo a Sanders como si fuera de su propio partido, porque piensa que, si ése es el candidato, los centristas – incluyendo a muchos republicanos de centro – que le rechazan por lo que consideran una retórica agresiva y una política que ignora el consenso de manera sistemática, acabarán apoyándole a él por temor al izquierdismo del senador por Vermont. Los ‘trolls’ de Trump en internet han atacado a Biden, a Bloomberg, y a Buttigieg, pero nunca a Sanders. Y ayer, en la Casa Blanca, el presidente volvió a expresar su apoyo por el líder de la izquierda al pedir, incluso, a Elizabeth Warren que se retire para que sus votantes se vayan con Sanders. Biden es más duro para Trump, porque atrae más al centro. Pero una guerra civil demócrata puede ser lo único que le haga falta al presidente para asegurarse otros cuatro años más en la Casa Blanca.