La UE inicia la negociación post-Brexit con el objetivo de que Reino Unido no se convierta en el “Singapur del Támesis”

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Casi tres años después del arranque del proceso, y poco más de un mes después de la consumación de la separación, las primeras negociaciones post-Brexit arrancaron hoy de forma oficial en Bruselas. Ha sido un camino lento y complicado, aviso de que la fase que arranca ahora es la verdaderamente difícil. La parte de la ruptura, que se llevó por delante a un par de primeros ministros y a 50 altos cargos en las islas, además de fracturar el Parlamento y la sociedad en su conjunto, fue el aperitivo, al menos a nivel técnico. La pelea de verdad empezamos a intuirla sólo ahora.

Los equipos de Michel Barnier y David Frost se han visto las caras por primera vez este lunes, después de que ambos hayan recibido los mandatos de sus respectivos gobiernos para intentar lo imposible, un acuerdo lo suficientemente bueno y en un tiempo récord, apenas 10 meses. Hace unas semanas la terminología que se usaba era una relación lo más estrecha o ambiciosa posible, pero a raíz de los choques entre Londres y Bruselas y las notables amenazas de Boris Johnson, las expectativas se han rebajado.

El mantra europeo es que “no habrá acuerdo a cualquier precio”. El británico, que antes se levantan de la mesa que acercarse demasiado a los estándares comunitarios. La Unión Europea está obsesionada con la pesca y con lo que se conoce como ‘Level playing-field’ (LPF), algo así como “terreno de juego justo” o que haya unas condiciones de juego justas, para que Reino Unido a partir de 2021 no se convierta en un “Singapur sobre el Támesis”, con un régimen fiscal, laboral o industrial que suponga una desventaja directa para la competitividad continental. “Abordamos estas negociaciones con un espíritu constructivo. Queremos acordar una asociación ambiciosa y justa. Respetaremos nuestros compromisos conjuntos anteriores”, ha asegurado esta tarde Barnier, que el jueves informará sobre los primeros resultados.

Los británicos quieren acabar cuanto antes con este Periodo de Transición que se mantiene hasta el 31 de diciembre y que les obliga a acatar la legislación europea pero sin poder participar del proceso de toma de decisiones. No quieren más prórrogas, están marcando distancias y Johnson se ha parapetado por lo que se conoce como un modelo Canadá o Canadá+, parecido al acuerdo de libre comercio firmando por la UE con el país norteamericano hace dos años, y que de hecho se tardó siete en negociar. Un deseo muy respetable, pero complicado de satisfacer, dado el tamaño de su economía, su proximidad física y los lazos de décadas.

Su aviso es que si en junio (Londres tiene hasta el 30 para pedir una prórroga de uno o dos años del estatus actual si no ve posible una salida) no hay avances, se levantan de la mesa y dedican los seis meses siguientes a prepararse para el impacto de un Brexit durísimo y una relación de mínimos sobre los principios parcos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Que equivale en la práctica a aranceles muy importantes e intercambios mucho menores.

El pesimismo en Bruselas es máximo. Hasta media docena de altas fuentes diplomáticas y comunitarias consideran que los próximos meses van a ser un “infierno” y que las opciones de que todo salte por los aires son importantes, al menos mientras se mantenga la retórica actual. Los mensajes del Gobierno Johnson, las salidas de tono y la constante posibilidad de que los dificilísimos encajes hechos para evitar fronteras en Irlanda del Norte no se están tomando en serio generan una preocupación genuina. Si no mantienen la palabra en algo tan importante, ¿cómo fiarse de que vayan a ser contraparte seria y socios comerciales leales en una década?

Las negociaciones se harán en ciclos de tres semanas, para que Barnier pueda ir informando y recibiendo instrucciones de los 27. Se harán en inglés y aunque la sesión de presentación, más de cuestiones técnicas que de fondo, ha tenido lugar en las instalaciones de la Comisión, a partir de mañana se harán en un centro de conferencias, porque la delegación británica supera las 120 personas.

David Frost (Izq.) y Michel Barnier (Der.) posan antes de la sesión de negociación celebrada hoy en Bruselas.

La estrategia por ambas partes ahora es centrarse primero en las áreas más importantes, las que puedan impedir consecuencias disruptivas el 31 de diciembre, y concentrarse en donde están más cerca. Todo lo que se avance es un éxito. El orden es ahora muchísimo mayor. Ya no son unos pocos funcionarios de la máxima confianza, sino muchas decenas en paralelo abordando cientos de áreas diferentes.

La pesca es, quizás, uno de los temas más delicados y que antes puede hacer encallar las charlas. La UE quiere el mismo acceso que ahora, y Reino Unido, que necesita más vender sus pescados que cerrar sus caladeros, amaga con poner límites mucho más duros, lo que genera miedo y rabia en las costas continentales.

Los británicos quieren en general que el acceso al mercado sea el elemento central, pero al otro lado del canal quieren garantías, estándares y reiteran que la apertura a los bienes y servicios de Reino Unido es directamente proporcional a su compromiso y garantías. Francia es, una vez más, el hueso más duro de roer entre los 27. Es quien forzó un mandato más duro y restrictivo. Está insistiendo en la necesidad de reclamar la “alineación dinámica” con las reglas europeas, algo que muchos de sus colegas no entienden. En otras capitales dicen que hay que buscar que los productos que no cumplan las normas no entren en la UE, pero sostienen que no es prudente ni sabio decirle a nadie cómo tiene que hacer las cosas en su casa. Ellos sabrán.