Mali: un golpe de estado en el avispero de África

Mali es ese país en el que cada dos por tres estás esperando a ver la información deportiva en la tele y te aparece un boina verde leyendo un papel en el que dice que han secuestrado el poder en nombre del pueblo. Si el desierto del Sahel es un volcán de inestabilidad, Mali es el lago de lava que estalla por los aires.

Mali, uno de los países más pobres y subdesarrollados del mundo, nunca fue lo que se dice un estado fuerte y vertebrado desde que consiguió su independencia de Francia en 1959. Su geografía y su composición étnica no ayudan, pero el proceso de descomposición que comenzó en 2012 con la rebelión tuareg en el norte del país no parece tener fin y amenaza a toda la región.

El pasado martes, en un nuevo episodio de ese hundimiento sin horizonte, un grupo de militares se alzó en el cuartel de Kati contra el Gobierno y secuestró al presidente Boubacar Keita y a su primer ministro, Boubou Cissé, que se vieron forzados a anunciar su dimisión poco después mientras miles de personas tomaban las calles y algunas de ellas saltaban a la piscina del hijo del presidente para darse un chapuzón, igual que hicieron muchos iraquíes cuando cayó Sadam Hussein. El portavoz de los militares, el coronel Ismael Waghe, aseguró que tomaban el poder “en nombre del pueblo” y que celebrarían elecciones democráticas “en un plazo razonable”. Se trata del cuarto golpe de estado de la corta historia del país.

Las tropas españolas destacadas en Bamako y Kilikoró, unos 200 militares en total, se mantienen en alerta pero sin novedad. Su cometido, formar al maltrecho ejército de Mali, no les compromete en esta asonada, aunque la tensión aumenta en todo el país. La ministra de Defensa, Margarita Robles, está en comunicación con las tropas por si hay que tomar otras medidas de urgencia que, hasta ahora, no han sido necesarias.

Los militares entran en Bamako aclamados por la población.MOUSSA KALAPOEFE

Con el golpe aún en caliente, quedan muchas dudas por resolver que marcarán su éxito o su fracaso. ¿Están todos los militares del lado golpista? ¿El apoyo popular es mayoritario? ¿De qué manera pretenden estos militares que haya una transición democrática?

Los golpistas sabían lo que hacían. En pocas horas controlaban ministerios, fronteras, arsenales, palacios presidenciales y lo más importante: la televisión estatal. Así se aseguraron de censurar los mensajes de los derrocados y lanzar el suyo propio. Ni una gota de sangre fue derramada desde entonces.

Las reacciones internacionales fueron inmediatas y no hubo aplausos precisamente. La Unión Africana (UA) condenó el “cambio inconstitucional” de gobierno y exigió la “liberación inmediata” del presidente Ibrahim Boubacar Keita. El mismo mensaje dejó Antonio Guterres, secretario general de la ONU. Estados Unidos, Francia y otras potencias occidentales pusieron en alerta sus embajadas y rechazaron el golpe.

El presidente Emmanuel Macron dio por su parte “su pleno apoyo” a los esfuerzos de mediación en curso de los Estados de África del oeste o Cedeao, que emitió a última hora del lunes un comunicado en el que suspendía la participación de Mali en todos sus órganos de decisión, pedía a sus miembros que adoptara sanciones contra los golpistas y solicitaba la “activación de la fuerza de la Cedeao”, una amenaza velada de intervención militar.

¿Qué sucede en Mali? Para contestar a esa pregunta, hay que remontarse hasta la caída de Muamar Gadafi en Libia en octubre de 2011. El vacío de poder que dejó su muerte permitió a los rebeldes libios vender su gran arsenal a milicias de todo el continente, incluyendo a los separatistas tuareg en Mali, que comenzaron poco después una revolución en el norte del país para separarlo del sur y crear así la república de Azawad. Este levantamiento supuso una oportunidad para los grupos terroristas que también campaban a sus anchas en el desierto, como Al Qaeda en el Magreb Islámico o Ansar Dine, que se hicieron con el control de varias ciudades y amenazaron con marchar sobre Bamako. Si no lo hicieron es porque Francia puso en marcha una operaciones militar para frenarlos en Mopti y combatirlos poco después hacia el norte.

Desde entonces, toda la región se ha hundido en la inestabilidad. ·En 2012 un golpe de estado desalojó al presidente Amadou Toumani Touré en un escenario muy parecido al actual. Desde entonces, la corrupción a todos los niveles, la crisis económica rampante y el yihadismo han ido carcomiendo la sociedad y hartando a su población, que se ha manifestado masivamente durante este 2020 a pesar de una represión que dejó 23 muertos. La situación sólo podía empeorar y llegó el coronavirus.

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