El presidente de la región de Sicilia, Nello Musumeci, acaba de hacer su contribución veraniega al populismo transalpino. Desde que Matteo Salvini fue desalojado como ministro del Interior del anterior Gobierno, nos habíamos quedado huerfános de gestos vacíos de contenido, pero de gran carga simbólica para el nacionalismo identitario. Musumeci decidió este fin de semana, con una ordenanza inédita, cerrar todos los centros de inmigrantes en Sicilia para enviarlos al resto del país alegando problemas de salud pública con la pandemia de Covid-19. El tono de la ordenanza recordó al de Salvini: “Todos los migrantes presentes en los puntos de acogida y en todos los centros de recepción de Sicilia deberán ser trasladados sin demora a estructuras fuera de la isla”. De hecho, el propio Salvini felicitó a Musumeci horas después desde Twitter: “Como hombre libre, desde mañana no quiero un solo inmigrante clandestino en Sicilia”.
Evidentemente, Musumeci no tiene competencias para ello, aunque insista y amenace al propio Gobierno de Roma: «Si los sujetos llamados a actuar conforme a la legítima ordenanza del presidente de la región no lo hacen», señaló ayer en rueda de prensa, entonces “solo nos quedará una vía: acudir a los jueces porque nos encontraremos ante una clara omisión” en un “contexto de epidemia”. “Sicilia no puede ser invadida mientras Europa mira hacia el otro lado”, escribió Musumeci en Facebook.
Las regiones sí tienen competencias sanitarias, igual que sucede en España, pero no migratorias ni de seguridad. Musumeci se escuda en la pandemia para meterse en el terreno de la gestión migratoria, que corresponde al ministerio del Interior de Luciana Lamorghese, que afirmó: “La gestión de un fenómeno complejo como el migratorio requiere la colaboración de los distintos niveles de Gobierno, que desea en reducir el impacto de la presión migratoria sobre Sicilia”.
La ministra Lamorghese, sustituta de Salvini en el segundo Gobierno Conte, es una funcionaria policial muy popular por su entendimiento con organizaciones humanitarias como Caritas, y contribuyó a crear los primeros puntos críticos de recepción de personas durante la llamada crisis de refugiados de los años 2015-2017. Es una experta en la gestión migratoria, todo lo contrario que Matteo Salvini, que desde el principio la puso en el disparadero. Ahora Lamorghese se concentra en tumbar los decretos que Salvini firmó para criminalizar a las ONG que rescatan personas en el Mediterráneo.
Lo que llama la atención es el alto número de infectados que llegan entre los inmigrantes, lo que ofrece un panorama desolador (y desconocido) de la extensión del cononavirus en los países de salida de inmigrantes muy por encima de las cifras oficiales, ya sean procedentes de Túnez (reconoce solo 2.500 casos), Argelia (41.000) o Libia (10.300 positivos). El número de contagiados que llegan en patera a España, Italia o Grecia son porcentualmente mucho más bajos que los que entran, como turistas, por los aeropuertos.
Según el presidente regional, ayer se confirmaron otros 58 casos positivos de coronavirus en Lampedusa, la isla siciliana que en los últimos años se ha convertido en el principal puerto de entrada de inmigrantes a Italia, al ser el punto más próximo a las costas africanas. “Lampedusa es una isla abandonada a su suerte”, lamentó Musumeci.
¿La situación de Sicilia es tan desesperada? La isla recibe a la mayoría de rescatados, por lo que la presión es alta, ya que la Unión Europea aún no ha creado un sistema fiable de reparto. Y las pateras siguen llegando con embaraciones cada vez más precarias. En julio llegaron 7.067 inmigrantes, mientras que en lo que va de agosto ya son más de 3.000, un dato que contrasta con los 1.088 de julio y los 1.268 de agosto del año 2019.