Perú elegirá entre un maestro ultraizquierdista o una populista acusada de corrupción

Perú vive una reedición de la campaña presidencial de 2011, que Mario Vargas Llosa acuñó con una frase para la Historia del país andino: “Me niego a creer que mis compatriotas van a ser tan insensatos de ponernos en la disyuntiva de elegir entre el sida y el cáncer terminal”.

Una década después, el impacto de la pandemia, con más de 300 muertes diarias; la crisis económica y, sobre todo, el hartazgo de los ciudadanos ante una partitocracia corrupta que ha devorado a cuatro presidentes en una sola legislatura enfrenta al país a una decisión trascendental: elegir entre un profesor sindicalista de la extrema izquierda y la hija del dictador Alberto Fujimori para que encabece la recuperación nacional.

Pedro Castillo, abanderado de Perú Libre, ha ganado el primer ’round’ con un cómodo 19,08%, superando a Keiko Fujimori, la lideresa populista, en casi 800.000 votos. La candidata de Fuerza Popular alcanza el 13,37% de los apoyos cuando ya se ha escrutado el 99% de las actas. La hija del dictador Alberto Fujimori, que permanece en la cárcel, incrementó durante el escrutinio la ventaja sobre sus perseguidores: el bolsonarista Rafael López Aliaga (11,67%) y el economista conservador Hernando de Soto (11,59%).

En las presidenciales de 2011, Keiko cayó finalmente frente al izquierdista Ollanta Humala. Ambos han pasado por la cárcel acusados de corrupción, incluso sobre Keiko pesa una petición de la Fiscalía de más de 30 años de cárcel por lavado de capitales y otros delitos.

La candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori.John ReyesEFE

La candidatura de Pedro Castillo tampoco se libra de la corrupción: el líder de Perú Libre (su verdadero cerebro, el exgobernador Vladimir Cerrón) también está condenado.

Hay más coincidencias: ambos candidatos preparan sendos indultos. Keiko ya ha anunciado que sacará a su padre de la cárcel y Castillo pretende hacer lo mismo con el militar revolucionario Antauro Humala, hermano de Ollanta, protagonista de la asonada de Andahuaylas y que defiende las polémicas tesis etnocaceristas, un nacionalismo extremo.

“Es urgente que nos pongamos en pie nuevamente para que en una segunda vuelta, juntamente con ustedes, recuperemos los derechos constitucionales del pueblo. No voy a cambiar mi discurso porque sería ir contra mis principios”, enfatizó Pedro Castillo en las últimas horas.

El maestro sindicalista, que se hizo famoso durante la huelga nacional de 2017, pretende forzar una Asamblea Nacional Constituyente, al mejor estilo revolucionario, “para elaborar la primera Constitución del pueblo”. En su plan de gobierno también adelanta la nacionalización del gas, el control de oro y plata, la “muerte civil” de los corruptos y la reducción del sueldo de los funcionarios. Incluso asegura que sólo cobrará su mensualidad como profesor.

Sobre Castillo pesa la sombra de su cercanía al brazo político de Sendero Luminoso, algo que él niega con firmeza. Cuenta con el apoyo del Perú profundo, tan olvidado en Lima, y de campesinos y maestros.

Keiko, que basó su campaña en la “mano dura” contra la delincuencia, insiste en que “nuestra batalla para recuperar el país recién comienza”. La jefa de Fuerza Popular, derrotada por la mínima en 2016, ya comenzó en la misma noche electoral un proceso de seducción política con De Soto, que pretende ampliar a otros candidatos de la derecha, como el mismo López Aliaga.

Trituradora de presidentes

“Hay que respetar la voluntad de la ciudadanía”, recordó el presidente, Francisco Sagasti, el cuarto en la actual legislatura. El Sillón de Pizarro es una de la mayores trituradoras presidenciales del planeta, incluso ha convertido el oficio de ex primer mandatario en uno de los más peligrosos: un encarcelado (Fujimori), otro pendiente de extradición desde EEUU (Alejandro Toledo), dos que ya han pasado por la cárcel (Humala y Pedro Pablo Kuczynski), otro que se suicidó para evitar la prisión (Alan García) y dos que están vigilados por la Justicia (Martín Vizcarra y Manuel Merino).

“La segunda vuelta va a ser una campaña sumamente negativa. Los votantes no podrán elegir su candidato preferido sino aquel/ aquella que perciben que será menos dañino. Más allá de sus ideologías extremistas opuestas, la campaña representa un duelo entre un verdadero outsider que puede atraer el voto rural versus una candidata poderosa que buscará el apoyo de la comunidad empresarial”, resume para EL MUNDO el analista John Polga-Hecimovich.

A la postre, tratándose de Perú, siempre aparecen Vargas Llosa y su famoso pasaje, tantas veces parafraseado, de “Conversación en la Catedral”. Ya ha transcurrido medio siglo, pero la interrogante retórica (“¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita?) sigue más que vigente.

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