Protestar el olvido

La memoria es frágil. A veces parece un colador que sólo retiene grumos. Se recuerda lo grueso, lo que engorda a base de ponerle lupa, mientras se filtran cataratas de otros detalles borrosos que hemos ido alejando. La memoria es selectiva y va limpiando el dolor del disco duro. Por eso hay vida después de duelos y rupturas. Porque se le va quitando el foco a lo perdido hasta que aparecen los contornos de otras cosas. Hace dos meses contábamos muertos. Andábamos a tirar la basura mirando a todos lados, como asesinos que llevan un cadáver en la bolsa, asediados por un aire de burbujas viciadas que envolvían una lotería macabra cuyos premios iban de la tos a la UCI. Allí estaban ellos. Sin comer ni dormir, sin derecho al cansancio o la enfermedad, sin opción a ser humano y tener miedo. Sin poder esconderse. Nosotros aplaudíamos. Ahora callamos porque huele a mar en vez de a muerte mientras ellos protestan el olvido. Pero toca acordarse. Y escuchar lo que piden. Y dárselo.

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