Sobre el arte de vivir

La soledad tiene mala prensa, pero también unas cuantas ventajas. La primera es que estando solo no está uno con los demás, lo que ahorra cargar con la mochila de convicciones delirantes, sueños absurdos, traumas incurables y, lo peor de todo, delicados sentimientos que todos llevamos a la espalda. Y más cuando ahora podemos subir la mochila a Facebook para que la soporten alegremente amigos, parientes, conocidos y ciudadanos que pasaban por allí y tienen derecho a saber que hoy me siento genial y que he comido pollo. Que no lo digo yo. Que lo decía Schopenhauer, un tipo que dividía a la raza humana en especímenes moralmente malos, intelectualmente estúpidos o trastornados y que compuso el mejor manual de autoayuda para el peor de los mundos posibles: los aforismos sobre el arte de vivir, un canto a echar doble llave a la puerta y quedarse quieto, sin hacer ruido, no vaya a venir alguien. Pero no. Igual estaba confundido y ahí fuera existe un alma gemela que ve, comprende y acepta. Aunque no diga ni mu.

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