Poco más de 12 kilómetros en una recta vertical separan los dos distritos de Pekín en los que uno se choca de repente con varias comunidades cerradas por el nuevo brote de coronavirus. Algunas simplemente tienen puestos de vigilancia para que nadie entre ni salga. En otras más nuevas, las que tienen bloques de pisos con decenas de plantas, los jefes de los complejos residenciales han sellado los accesos con grandes verjas. Y las urbanizaciones con casas más bajas y viejas han puesto vallas de acero en las entradas.

Haidian y Fengtai comparten cuarentenas y rastros de coronavirus en sus mercados de verduras. Una imagen curiosa del día que se