Uigures en China: 380 campos de internamiento y miles de mezquitas destruidas en tres años
Era de madrugada cuando el móvil de Rahima empezó a sonar. Al otro lado de la línea, un hombre que se identificó como policía, le preguntó cuántos días se iba a quedar en Lincang, una ciudad en la provincia de Yunnan, al sur de China. En ese momento, Rahima dormía en un hotel con su novio, un chico español. “¿Llaman porque soy extranjero y quieren saber cuándo entré en China?”, preguntó el novio, acostumbrado estos meses al control a los residentes extranjeros por el miedo a los casos importados