Cuando la epidemia de coronavirus de Wuhan saltó a los medios internacionales varios analistas repitieron una frase que, vista en aquel momento, podía tener cierto sentido: “Por suerte, esta enfermedad ha surgido en un país dictatorial como China, lo que hará más sencillo acabar con ella”. Conforme van pasando las semanas y vamos teniendo más datos, se va demostrando lo contrario: cualquier democracia hubiera actuado de manera más transparente que el régimen de Pekín y la pandemia, quizá, nunca