La gran muralla azul cubre las dos aceras del final de la avenida Xinhua. Son láminas de acero de más de metro y medio de altura que trazan una perfecta línea recta ocultando lo que se esconde a sus espaldas. Por la carretera apenas circulan unos pocos coches. El silencio imperante se interrumpe por el chasquido de los pedales oxidados de la bicicleta en la que nos acercamos. Algo que llama la atención a los tres policías que están sentados dentro de una tienda de campaña militar en una esquina