Visita a la línea del frente de Nagorno Karabaj
La sangre que dejaron las víctimas se ha convertido en una mancha oscura en el cemento de la acera. Según relatan los residentes locales, las tres personas se encontraban en el interior de una pequeña tienda cuando el misil impactó en el edificio ubicado del otro lado de la carretera. La metralla que arrancó la explosión hizo el resto.
La muerte del tercero el pasado 30 de septiembre confirmó la atribulada historia de este pequeño villorrio situado al norte de Nagorno Karabaj, escenario de cruentas batallas y ubicado desde 1993 a escasos kilómetros de la línea del frente que separa a armenios y azerbaiyanos.
Los habitantes de la pequeña población -que tiene casi 5.000 habitantes- se vanaglorian públicamente de que es una suerte de “llave de entrada” a toda la región de Nagorno Karabaj.
“Sin Martakert no hay Nagorno Karabaj y sin Nagorno Karabaj no habría Armenia”, argumenta Kano Atavaquian, aprovechando la precaria calma que parece reinar en la zona.
Las palabras del residente de 61 años tienen un refrendo histórico. El colapso en Martakert de las fuerzas armenias en el verano de 1992 no sólo provocó el éxodo de miles de habitantes y la destrucción casi absoluta de la aldea, sino que el avance subsiguiente de los militares azerbaiyanos estuvo a punto de provocar la derrota absoluta de las milicias armenias en toda la región cuando el conflicto casi empezaba.
Socavón en una calle de Martakert.
Las tropas de esta comunidad retomaron el villorrio en junio de 1993 y desde entonces, la localidad se convirtió en uno de los objetivos prioritarios de los uniformados del país vecino como lo prueba la ronda de violencia exacerbada que tuvo que afrontar en 2016, que aquí se apoda “La Guerra de Abril” o el hecho de que durante la presente conflagración éste fuera uno de los escenarios principales de los combates entre ambos ejércitos junto a las posiciones sureñas que circundan la ciudad de Hadrut.
A diferencia de Stepanakert, donde la contienda se traduce en bombardeos, en Martakert la guerra es tan visible como los tanques que se camuflan en parapetos de tierra excavada en las colinas, las posiciones de artillería que circundan la villa, las trincheras o los grupos de soldados que caminan por la carretera de acceso.
La ruta desde Stepanakert a Martakert -algo más de 75 kilómetros- es un recorrido por las montañas y arboledas que caracterizan a esta región y que la convierten en un escenario casi inexpugnable. Las pocas aldeas situadas a lo largo de la carretera aparecen casi vacías, habitadas sólo por pequeños grupos de hombres vestidos de uniforme y ametralladora en bandolera.
La vía también está jalonada de memoriales que recuerdan a las muchas víctimas de esta conflagración interminable y algunos restos de los cohetes que han disparado los azerbaiyanos.
El cartel que da la bienvenida a Martakert entremezcla la imagen de las granadas (la fruta) de las que tanto se precian sus vecinos y el tanque que deja constancia de su condición de villa ubicada en la primera línea del frente.
Dentro del núcleo urbano se multiplican los estragos que han dejado los recientes bombardeos: cristales rotos, muros acribillados por la metralla… Un cohete cayó a pocos metros de una gasolinera dejando un enorme socavón.
Sin embargo, los habitantes concuerdan que pese a las infracciones del cese el fuego que en teoría está vigente desde este sábado, los ataques de los azerbaiyanos han disminuido.
“La última vez que bombardearon fue a las 3 ó 4 de la mañana”, indica el empleado de la estación de servicio.
Todos, por el contrario, coinciden en poner en cuestión la posible consolidación de una tregua cada vez más precaria.
“Ahora al menos podemos caminar por la calle. Durante días esto fue imposible. La gente permanecía escondida en los refugios o se marchaba al monte”, apunta Kano Atavaquian.
“No nos podemos fiar de los turcos (los armenios de Nagorno Karabaj no hacen distinción entre los azerbaiyanos y sus ancestrales enemigos). Aquí todos tenemos armas y si intentan entrar en la ciudad las usaremos”, indica Samvel Hachatirian.
A su lado, otro de sus vecinos proclama: “¡Diles que esto es Esparta!”.
“La tregua no está funcionando”
La conversación se termina cuando suenan un par de explosiones cercanas. El jefe militar de la plaza ya había alertado a los visitantes que no se movieran en grupos y que estuvieran atentos al sobrevuelo de los drones.
“La tregua no está funcionando”, opina Suren Apana, un chaval de 22 años que se quedó junto a su padre y hermano para defender el enclave mientras que su madre y hermana eran evacuadas.
Los bombazos que este periodista pudo constatar en Martakert, sumados a la noche de repetidos ataques que se registraron en las inmediaciones de Stepanakert, son una constatación de la fragilidad del pacto alcanzado en Moscú este sábado, que ambas partes se han acusado de infringir desde el primer instante.
El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, afirmó que los separatistas armenios bombardearon la ciudad de Ganya, la segunda del país, provocando el colapso de un edificio, la muerte de al menos nueve civiles y decenas de heridos.
Para Aliyev se trata de una “flagrante violación del alto el fuego” y un “crimen de guerra” que encontrará “una represalia adecuada”, según escribió en un tuit.
El máximo responsable político de la autoproclamada República de Nagorno Karabaj, Arayik Harutyunyan, lanzó un señalamiento similar contra sus adversarios y dijo que la artillería rival había bombardeado varias localidades del territorio bajo su control.
Aunque el objetivo central del acuerdo era el intercambio de prisioneros y la recuperación de los cadáveres que han quedado tirados en tierra de nadie, ninguno de los dos lados han anunciado avance alguno en ese sentido.
“Mientras continúen los disparos, no habrá intercambio de prisioneros ni de víctimas mortales”, dijo Harutyunyan en una inusual comparecencia ante los medios extranjeros desplazados a Stepanakert.
El dirigente local advirtió que si el cese de hostilidades no se afianza en los próximos días pedirá a Armenia y otros países de la comunidad internacional que reconozcan la independencia de facto de Nagorno Karabaj, autoproclamada en 1991, un gesto que Bakú siempre ha considerado como una “línea roja”.
Aferrados a la gesticulación armada y verbal que exhiben ambas partes, el ejército del enclave amenazó con una réplica “desproporcionadamente dura” si Bakú sigue atacando.