Estimulación cerebral profunda para controlar la cefalea en racimos
Un paciente con cefalea en racimos refractaria a los tratamientos habituales se ha sometido por primera vez en España a una estimulación cerebral profunda. Los resultados de la intervención, que se ha llevado a cabo con una técnica novedosa, han sido muy buenos. Así, tras la terapia, el paciente ha pasado de presentar cinco episodios de cefalalgia intensa al día a no presentar ninguno y dejar de requerir medicación.
El procedimiento, pionero en nuestro país, se ha realizado en el Hospital Clínic de Barcelona, que cuenta con una gran experiencia en el uso de la estimulación cerebral profunda en otras patologías, como el párkinson o la epilepsia. Al año realiza más de 50 intervenciones de este tipo.
La cefalea en racimos es una enfermedad muy poco frecuente. Se estima que su prevalencia es de un caso por cada mil habitantes. Sin embargo, puede llegar a resultar muy invalidante para quien la padece. Sobre todo en aquellos casos en que se cronifica, lo que sucede en alrededor del 10 % de todos los pacientes. Este era el caso del paciente de 58 años que ha sido tratado en el Clínic con la estimulación cerebral profunda y que desde hacía 10 años no respondía a ningún tratamiento.
“Gracias a las investigaciones que se han hecho sobre esta enfermedad sabemos que el hipotálamo es de alguna forma el generador que pone en marcha las crisis. Esto nos llevó a plantearnos que inhibiendo las redes neuronales cercanas al hipotálamo podríamos llegar a controlar la actividad del hipotálamo y controlar las crisis”, explica Víctor Obach, neurólogo del grupo multidisciplinar de Celfalea y Algia Facial del Instituto Clínic de Neurociencias, que junto con el también neurólogo Santiago Fernández y el neurocirujano Pedro Roldán codirigió la neuroestimulación del paciente como tratamiento compasivo.
Inhibir al motor de las crisis
El uso de la estimulación cerebral profunda ya está muy documentado en otras patologías. En el párkinson logra controlar los temblores y espasmos involuntarios que ocasiona y en la epilepsia sirve para controlar las zonas que desencadenan las crisis. También se ha visto su eficacia en algunos trastornos neuropsiquiátricos, como el bipolar afectivo.
“En el caso de la cefalea en racimos vimos que la zona que originaba las crisis estaba cerca del hipotálamo, en el área tegmental ventral, en concreto el haz mamilotegmental, y nos planteamos que si se podía bloquear este circuito se podrían controlar las crisis”, añade Obach.
Para ello, se utilizó una técnica novedosa en la que se implantaron los electrodos mediante unos catéteres guiados por ordenador, mientras el paciente era sometido a un escáner y una resonancia intraoperatoria para que el cirujano que llevó a cabo la intervención controlase en todo momento la intervención.
“Por precaución, al ser la primera vez que realizábamos esta intervención en un paciente de estas características, tras la colocación de los electros esperamos un mes antes de iniciar la estimulación para permitir que redujera la inflamación ocasionada por los catéteres y ya vimos que bajaban las crisis”, comenta Víctor Obach, quien señala que tras comenzar con la estimulación, estas desparecieron por completo y el paciente ha podido recuperar toda su calidad de vida y que persiste en estos cuatro meses desde la intervención.
El problema de la duración de la batería
Después de la estimulación cerebral, el paciente no ha vuelto a presentar ningún episodio y no ha necesitado medicación de rescate. Ha vuelto a reconciliar el sueño, recuperando las ganas de hacer actividades personales y sociales que había abandonado, como volver a ser motero. Por otro lado, los electrodos implantados han empezado a registrar su actividad cerebral y se espera poder obtener datos relevantes que permitan prever posibles episodios próximamente. “Esto también es algo novedoso y que nos va a permitir obtener mucha información sobre los mecanismos que hay detrás de las crisis de la cefalea en racimos”, añade el neurólogo.
De este modo se pretende que la estimulación cerebral pueda ser discontinua y que se lleve a cabo solo cuando se detecte la posible crisis. Asimismo, se podrán reducir los posibles efectos secundarios sobre el cerebro y sus conexiones, y alargar la vida de la pila del generador implantado.
“Ahora mismo la batería, al estar en continuo funcionamiento, tiene una vida de unos cinco años. Si podemos conseguir que se active solo cuando la crisis está a punto de producirse esperamos que esta duración pueda llegar a doblarse”, añade Obach, quien señala que de todas formas el reemplazo de las baterías no es algo problemático, ya que estas se colocan de forma subcutánea y su reemplazo no requiere intervenir en el cerebro.
Evidencias para su implantación
Los resultados logrados en este primer paciente son espectaculares, al conseguir controlar completamente las crisis. En el Hospital Clínic además han querido probar qué sucede cuando se desconectan los electrodos. “Este lunes pasado hicimos una primera prueba tras cinco meses con el paciente totalmente controlado. Por la tarde noche empezó a presentar algunos de los síntomas que se relacionan con las crisis, tuvo problemas para conciliar el sueño durante la noche y a la mañana siguiente ya tuvo un ataque importante, que se repitió poco después”, explica Obach, quien añade que tras retomarse la estimulación en tan solo doce horas las crisis desaparecieron.
Esta prueba demuestra como la estimulación cerebral controla verdaderamente la cefalea en racimos. Ahora se ha solicitado al Servicio Catalán de Salud (CatSalut) la autorización para poder llevar a cabo dos intervenciones anuales de este mismo tipo. “Contamos ahora con siete pacientes que podrían ser candidatos a esta estimulación cerebral y que podrían beneficiarse. Considero que la estimulación cerebral de todas formas no se debería aplicar en todos los pacientes con cefalea en racimos, sino sobre todo aquellos pacientes que empiezan a ser crónicos”, comenta el experto, quien añade que si estos reciben el tratamiento de forma precoz podrían llevar una vida completamente normal.