La doble vida de la fruta: de alimento a prenda de vestir

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Cáscaras de naranja que terminan convertidas en un tejido similar a la seda, hojas de piña que se transforman en cuero vegetal o cáscaras de manzana que terminan recubriendo zapatillas.

La experimentación con restos de frutas en la industria de la moda cada vez es más frecuente y los resultados ya han conquistado a pequeñas y grandes marcas, conscientes de que la salud del planeta también depende de su compromiso con tejidos más sostenibles y ecológicos.

La industria textil es una de las más contaminantes del planeta no sólo por los materiales y la cantidad de agua que emplea en el proceso de fabricación (un total del 20% del desperdicio total de agua a nivel global es responsabilidad de esta industria, además del 8% de los gases de efecto invernadero), sino también porque genera toneladas de prendas que pasan rápidamente de moda y terminan convertidas en montañas de residuos que tardan siglos en descomponerse.

Desde hace algunos años, diseñadores de todo el mundo investigan para conseguir nuevos tejidos alternativos al algodón y el poliéster, más sostenibles y menos contaminantes, y los resultados con desechos de frutas están dando muy buenos resultados.

Orange Fiber

Es el caso de una tela similar a la seda y la viscosa en aspecto y calidad que las italianas Adriana Santanocito y Enrica Arena consiguieron crear en 2014 a partir de cáscaras de naranja y otros residuos de la industria de los cítricos.

Estas dos jóvenes emprendedoras decidieron sacarle todo el jugo a la naranja e investigaron cómo podrían convertir la gran cantidad de desechos cítricos que su país generaba en un tejido innovador que contribuyera a frenar el impacto que causaba la industria de la moda en el medio ambiente, al tiempo que resolvía el problema económico que suponía la eliminación de estos residuos. El resultado fue Orange Fiber.

Así, patentaron una técnica para extraer fibra de celulosa a partir de cáscara de naranja y otros residuos de la industria de zumos cítricos. Las fibras se extraen mediante reactivos químicos de lo que se conoce en Italia como «pastazzo», es decir, los desechos de los cítricos una vez exprimidos. Las fibras se convierten en hilos que se pueden usar para fabricar un tejido biodegradable y versátil que ha atraído a marcas de lujo como Salvatore Ferragamo, que usó en este producto textil en una colección cápsula de camisas, vestidos y pañuelos estampados que rendía tributo a la “creatividad mediterránea”.

Cuero vegetal con cáscara de manzana

Aprovechando que la región del Tirol es una zona productora de manzanas, una startup’ italiana, Frumat, ha desarrollado una tecnología que usa las cáscaras de este fruto para producir un tejido similar al cuero que, además, tiene la peculiaridad de que tiene un impacto ambiental más bajo que otras alternativas al cuero vegano, que contienen altas cantidades de materiales de origen fósil. Marcas como Tommy Hilfiger empleó este material en unas deportivas que lanzó la primavera pasada.

Piñatex

Este cuero vegetal innovador hecho de los residuos de las fibras de hoja de piña que se producen en el proceso de cosecha ha conquistado a marcas de todo el mundo. Su creadora, la española Carmen Hinojosa, ha sido una pionera en la búsqueda de tejidos más éticos y menos contaminantes.

En un viaje a Filipinas en la década de los 90, Hinojosa, que tenía junto a su marido una marca de accesorios de cuero, fue consciente del impacto medioambiental que causaba la producción de cuero, así como de las difíciles condiciones en las que se trabajaba en las curtidurías.

Pensó que no podía seguir trabajando con este material y tras cerrar su marca y graduarse en diseño textil en Dublín se especializó en fibras naturales. Decidida a buscar una alternativa vegetal al cuero viajó de nuevo a Filipinas y encontró inspiración en las prendas de vestir bordadas tradicionales de este país que se hacen con las fibras de las hojas de piña, la parte descartable de la planta.

A partir de esta idea desarrolló Piñatex. Las hojas se recogen en Fillipinas después de la cosecha. De ellas se extraen unas fibras largas, que después se lavan y se secan. Las fibras resultantes -que son muy suaves- se pueden mezclar con un ácido poliláctico procedente del maíz. Después se procesan para conseguir un no-tejido (una especie de malla), que es enviado a España, donde se termina de fabrica. Ananas-anam es la empresa que está detrás de este revolucionario tejido.

El proceso para extraer las fibras apenas requiere agua y, además, una vez obtenidas las fibras, la biomasa restante puede usarse como fertilizante. Bastan 480 hojas para fabricar un metro cuadrado de Piñatex. Sus utilidades son muchas. Se emplea para fabricar calzado por sus propiedades transpirables, moldeables y duraderas, así como para bolsos e incluso para tapicerías. Empresas como Hugo Boss y H&M han confiado en este material para confeccionar algunos de sus productos.