Quienes la conocían definen a Iria F. Silva como “toda luz”, la chica de la sonrisa eterna, la del espíritu maternal inquebrantable, la profesora por vocación, la persona que, tras años padeciendo un cáncer, nunca dejó de tirar hacia delante, la gallega que siempre volvía a su aldea de Ourense. Iria huía del lenguaje bélico para hablar de su enfermedad, pero lo cierto es que se aferró a la vida como una luchadora y, aún cuando no pudo sobrevivirle, sigue ayudando a plantarle cara.
Falleció el 27 de abril de 2020, en medio de una pandemia que, según sus allegados, “nos impidió despedirnos con los abrazos y el calor que a ella le gustaría”, y, como legado, su eterna sonrisa se ha transformado en ayuda. El proyecto en el que trabajaba cuando falleció, el libro colectivo y solidario ‘Enciende una Luz. Palabras desde el Cáncer’, acaba de hacerse realidad y contribuirá a la investigación contra cáncer de mama, la primera causa de muerte por cáncer en España en las mujeres.
Poetas reconocidos como Marta Agudo, Chús Arellano, Olga Muñoz, Isabel Miguel o Ignacio Miranda, la dramaturga Carolina África o la música Rakel G. se suman a personas anónimas para dar forma a este libro cuyo título es un homenaje a la personalidad de Iria. Elena Arribas, periodista y fiel amiga a la que encargó que lo terminase, buscó con él trasladar que “hay personas que deberían ser eternas porque allí donde iba encendía la luz”.
Siguiendo sus instrucciones, recopiló las palabras de 38 personas que han tenido cáncer o lo han vivido de cerca para, a través de sus experiencias, ayudar a comprender la enfermedad. Además, el 100% de la recaudación irá destinada a la Fundación Intheospara financiar un proyecto de investigación de la investigación de la biopsia líquida en cáncer de mama avanzado, uno de los últimos avances para identificar biomarcadores tumorales de forma más rápida y menos invasiva.
Cuando falleció, Iria formaba parte de un tratamiento experimental que, en su caso, no tuvo buen resultado, pero que gracias a su trabajo, puede seguir avanzando. El libro ya estuvo en preventa en la editorial Lastura, que se implicó de forma interesada, y recaudó 2.000 euros. Desde esta semana, ha empezado a distribuirse y se abrió la venta oficial.
“Sientes que tienes que resistir”
Iria no sobrevivió y dejó atrás una niña que acababa de cumplir 3 años. Con este libro, dejó también tras ella “un canto a la vida”. Hay poemas, textos dramatúrgicos, cartas, relatos y una canción que trasladan historias de duelo, de rabia. Palabras “muy duras”, escritas por pacientes que están en el proceso de superar la enfermad, por familiares y por profesionales sanitarios, y, sobre todo, según Elena Arribas, “historias muy positivas”.
“Todo regresa en esta vida. Su inmenso amor nos hizo más fuertes y yo que creía poder con todo, recibí la mayor lección de humildad de mi vida”. Es el final del relato de Azucena Rodrigo, que conocía la “magia” de Iria desde muy pequeña, como su profesora de lengua y literatura, y una de las autoras del libro, ella misma enferma que superó un cáncer de mama bilateral.
El proyecto ideado por Iria huye de la tradicional biografía y los propios autores se presentan con una frase, contando qué van a hacer hoy y compartiendo qué fue lo mejor de lo peor, un rayo de luz que pudieron sacar de su experiencia con el cáncer. Desde el dolor de alguien para quien la muerte de Iria fue “la cosa más dolorosa que me ha sucedido en la vida”, Azucena se autodefine con una lección de vida, que aprendió de su alumna y de su padre, fallecido el año pasado: “A este mundo hay que venir a querer y a que nos quieran”.
¿Qué vas a hacer hoy? A esta pregunta Iria siempre respondía “vivir” y, a través de este libro, sigue haciéndolo, pues es parte de su legado. Poeta con dos libros publicados, ‘Vivir es tu tarea’ (Ediciones Torremozas) y ‘Allí donde no hay’ (El sastre de Apollinaire), no buscó nunca este protagonismo, pero su muerte la convirtió en protagonista involuntaria.
Este libro es un homenaje a todas las personas que luchan contra esta enfermedad, para que, cuando lo lean “se puedan sentir acompañados”, y también “a ella y a través de ella”, de ahí que traslade ese espíritu positivo que ella siempre llevaba allá donde iba, vestida de colores vivos, “muy luminosa, como un cascabelito” y que, a pesar de llevar diez años con cáncer, “decía que ella no era su enfermedad, era ella y tenía una enfermedad”.
Israel Montejo, periodista y paciente, es otro de los autores. “Me dieron pocos meses de vida y estoy aquí 10 daños después”. De esa experiencia habla en su relato, enfocándola en la resiliencia, en que “sientes que tienes que resistir”, en esa “carrera de fondo” en la que muchas veces te hundes porque “la vida sigue a tu alrededor”, pero en la que, tal y como le trasladaron sus doctores, Yebra y García Marcos, tienes que tener mucha “paciencia”.
Belén Vicente, muy unida a Iria por el proceso de adopción de su hija Abril, le responde como persona que lo vivió desde cerca y aporta la perspectiva de que vio a su amigo “vulnerable”, para trasladar ese punto de vista de que, durante el proceso oncológico, se siente miedo “a morir, a dejar a sus familiares” y que “no pasa nada” por sentirse así.
Poesía que perdurará a través de su sonrisa
Israel Montejo recuerda la tenacidad y “fuerza especial” de Iria, que primero vivió el cáncer de su madre, luego el suyo propio y, años después de su recuperación, una recaída con metástasis. No quedará en las páginas de este libro, sino que inspira un proyecto más amplio en el que colaboran la Fundación Centro de Poesía José Hierro, la Asociación de Cáncer de Mama Metastásico y el IES Galileo Galilei, del que era jefa de estudios.
Iria F. Silva (O Barco de Valdeorras, 1981- Madrid 2020) se formó en periodismo y literatura comparada y finalmente se decantó por la enseñanza porque, según Azucena Rodrigo, para ella “compartir lo que uno sabe es lo mejor del mundo”. Con este proyecto, se perpetuaron esos valores, pues incluye un certamen para fomentar la creación literaria entre los jóvenes en Alcorcón, un libro póstumo con sus poemas recopilados con su marido y bautizar con su nombre la biblioteca del IES Galileo Galilei.
Tal y como recuerdan Azucena y Belén, Iria siempre fue una persona solidaria, participó en proyectos en Nicaragua o en la India y tenía una “generosidad increíble” que la llevó a trabajar por “cualquier fundación, acción o movimiento que pudiera detener el cáncer y avanzar en los estudios”. Todo lo que ella aportó está teniendo ahora un camino de vuelta. “Iria es una sonrisa mirando adelante siempre” y esta ‘sonrisa de Iria’ mira hacia el futuro.