Sean amables
Después de muchos meses sin hacerlo, vuelves a subir a un avión. La sensación es extraña e inquietante: al cabo de más de medio año rehuyendo la proximidad con cualquier ser humano que no viva bajo tu techo, incluidas personas muy queridas, te ves incrustado en un asiento central con los codos y las rodillas de dos semejantes chocando con tus rodillas y tus codos.
Por la megafonía del avión lanzan muchos mensajes a los que no estás acostumbrado. Es raro, para la persona antaño habituada a volar