Tan sólo diez meses después de la aparición de unos pocos casos de neumonía en un remoto mercado de la ciudad de Wuhan, China, hemos llegado a la simbólica y escalofriante cifra de un millón de infectados demostrados por el SARS-CoV-2 en España.
Ni en las peores pesadillas podríamos haber imaginado la inconcebible magnitud de la epidemia que se nos venía encima. Pero es incomprensible que en los meses de enero y febrero no anticipásemos algo el riesgo real y grave que se aproximaba. Incluso con